Los de la acera

Publicado en Diario de Noticias de Álava el miércoles 7 de noviembre de 2018

Se gritaba antaño aquello de: “los de la acera, a la carretera”. Vitoria era entonces más red que green. Tan roja era que había manifas un día sí y otro también. Es más, si había obras había manifas por la zona de las obras, porque el material para barricadas y pedradas estaba ahí, al borde de la calle. El grito este se acompañaba con un dedo acusador dirigido a los que presenciaban la manifa como quien va a ver una procesión de Semana Santa, la cabalgata de los Reyes, el Olentzero o las carrozas del carnaval. El grito decía a gritos que una manifestación no es el paseíllo de los blusas camino de los toros. Era, más que una invitación amable, una forma de reivindicación. Una manera de indicar que la lucha contra el poder no es un espectáculo, y que pretender ser espectador es ser parte en la protesta, parte contraria por cierto. Esos desfiles carreteros eran el camino. Tanto es así que a fuerza de ocuparla, se consiguieron derechos para los de la carretera y también, cosa curiosa, para los de la acera. Algunos a precio caro, y de tanto derecho que logramos se nos olvidaron los deberes. El deber de la lucha permanente y el de la educación y la solidaridad con tu gente.

Ahora ya no somos red, somos green. Renegamos de todos los Marxes, Groucho incluido. Ya no tenemos otros principios si los unos no nos valen, simplemente no tenemos principios, sólo finales. Estamos acabados. Es más. Tan acabados estamos como proletarios combatientes, como clase necesariamente insurgente, que hoy la carretera la ocupan jubilados, y los que gritan aquello de “los de la acera, a la carretera” son los municipales a los bicicleteros. Y al resto parece que nos basta con hacer de figurantes de nosotros mismos y ser espectadores de lo que protagonizamos hace años hecho filme, y todos satisfechos y pedaleando. Y la calle desierta y las aceras llenas.

 

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