Chivato acusica

Publicado en Diario de Noticias de Álava el domingo 2 de marzo de 2017

“Chivato, acusica, la rabia te pica” se cantaba en los patios señalando al delator. Entonces no existía el bullying, sólo la ley del más… bueno, ponga cada uno el adjetivo que mejor le cuadre. La cosa es que tanta presión, ya fuese vivida en primera persona o en carne ajena, terminó por hacernos caer en la confusión, y puede que sea por eso que caemos a menudo en la tentación de evitar denunciar lo denunciable que vemos. No queremos meternos en líos. No queremos que en el patio de la vida nos señalen con el dedo haciéndonos corro y nos canten de nuevo aquello de “chivato, acusica, la rabia te pica”. Y la cosa es que es muy distinto ser chivato que denunciar.

El chivato es partícipe de lo que se chiva y generalmente busca beneficio propio a costa de sus compañeros, esos con los que participa no en algo intrínsecamente malo, sino en algo prohibido o perseguido al margen de su moralidad. Un chivato traiciona a sus compañeros de banda de atracadores o a sus camaradas de célula revolucionaria, y lo hace por dinero o por salvar el pellejo. No es buena cosa.

Denunciar, sin embargo, nada tiene que ver con eso. Es defender lo justo y desenmascarar al abusón, ese mismo que a menudo trata de neutralizar al denunciante al grito de chivato acusica.

Lo mismo da que se trate de ver a una prepotente y sana ciudadana bajarse de su flamante todo terreno recién aparcado en una plaza de minusválidos para tomarse un vino, que al que contrata sin contrato, que a quien elude el IVA, a quien maltrata a su pareja o a su compañía, o incluso a quien falsea el padrón para llevar a las criaturas al colegio de pago concertado. Eso no es un chivateo, es un deber moral, un compromiso ético. Y es que a veces cuando callamos ante lo que condenamos deberíamos hacernos un corro a nosotros mismos, sonrojarnos y cantarnos: callado, cobarde, la cara te arde.

 

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