Publicado en Diario de Noticias de Álava el domingo 13 de noviembre de 2016
Vitoria Gasteiz es uno de esos portales espacio-temporales donde diversos universos paralelos se encuentran y conviven. Ocupan el mismo espacio y comparten el tiempo, pero no se reconocen y hasta se ignoran.
La ciudad es un entorno urbano volcado en lo green, tanto que hasta llegó a ser capital de ello. Un lugar iluminado por el arco iris en el que los concienciados ciudadanos se desplazan o bien a bordo de sus pies, ya sea moviéndolos directamente sobre la tierra, ya propulsándose a pedales; o bien en modélicos y vanguardistas medios de trasporte colectivo ciudadano. Así discurren los días entregados a sus quehaceres solidarios, sostenibles y, por supuesto, defensores del ambiente, ya sea entero, cuarto o medio. Por eso no hacen falta aparcamientos y pueden suprimirse, ni vías rápidas, ni lentas, ni nada de nada que altere la ecología urbana comúnmente aceptada.
La cosa es que cada mañana, antes de que amanezca, un universo paralelo confluye con el nuestro y lo llena de conductores que invaden viales, aparcan sus coches, generan atascos y hasta incluso, a veces, osan detenerlos sobre zonas peatonales o bidegorris. Menos mal que a las noches siguen su camino al otro lado del portal y no reaparecen hasta el día siguiente.
Pero hay aún más universos paralelos que cohabitan en nuestro espacio-tiempo. Cada mañana, gran parte de la ciudadanía del edén medioambiental este que somos, al ir a su trabajo, es trasportada a un universo paralelo en el que se fabrican a destajo vehículos y ruedas con destino, supongo yo, a otro universo o a ese que nos invade cada día, porque aquí no hay coches, ni furgonetas, ni nadie que las conduzca o monte en ellas.
En definitiva, cada día asistimos al milagro de ver cómo confluyen en nosotros mismos universos que se ignoran y que a fuerza de ello se convierten, ciertamente, en universos paraLelos.
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