Costumbres

Dicen que el hombre es un animal de costumbres, aunque a veces acostumbre a ser un poco animal. La costumbre es esa etapa difusa que convierte la ocurrencia en tradición a base de repetirla. Si lo repetido es socialmente aceptable hablamos de tradiciones o incluso de ritos. Pongamos un ejemplo. La repetición de la ocurrencia de dejar caer un muñeco por una cuerda desde una torre a un mirador se convirtió en nuestra ciudad en una tradición que hoy ya es todo un rito. Pero si la ocurrencia que se repite es socialmente cuestionada, la costumbre no se convierte en tradición sino en vicio. Y de esos cada cual lleva los suyos como puede, en silencio o a gritos. Esta trasformación de las costumbres en tradiciones o vicios sufre a veces su propia evolución. Por ejemplo, la ocurrencia de fumarse un puro incorporada a la del muñeco de la cuerda pasó de ritual a vicio por cosas de salud, lo mismo que la carrera de burros paso a serlo de barricas, por aquello de renovar las costumbres y hacerlas, además de sanas, humanas, que como decíamos una cosa es ser animal de costumbres y otra haber incorporado animales a nuestras costumbres en ese pasado oscuro en que los humanos nos portábamos como humanos en vez de portarnos como animales, ¿o era al revés? No sé, no me acuerdo.

Hay en todo caso costumbres en esencia sanas y hasta inocentes, aunque muchos no las vean así. Costumbres como las de escribir, corregir, y hasta leer. Yo acostumbraba a escribir, mi señor padre a corregir y mi amigo Ray a leer aquellos arbolarios de antaño. Ray me llamaba y me decía: “ya he leído el pergamino” y comentábamos un rato la jugada. La costumbre se hizo tradición y hasta acabó para mí siendo un vicio, uno de los buenos, así que después de una temporada de cura vuelvo con todo el equipo a las andadas. Eso sí, sin irme por las ramas y directo al pergamino.

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