Antología. Dalton, Roque

Tí­tulo: Antología.
Autor: Dalton, Roque
Origen: El Salvador,  siglo XX
Edición: Txalaparta, Tafalla, 1995
ISBN: 84-8136-923-3
Adquisición: Me lo dejó mi buen amigo Ray. Todo un detalle y un descubrimiento.
Terminado de leer en Abril de 2016.
Mi referencia : No hay, es un préstamo.

Comentario: Ray es un trabajador, de los que llamaríamos no cualificado. Ray es además un ser humano. No limita su vida a trabajar y beber cerveza o ver el futbol. Lee, escribe letras, compone canciones, las escucha, y toca la guitarra con las manos y la armónica con la boca. Es un rocker, en su versión bluesman del sur pero con un fuerte acento peninsular. A veces hablamos de libros, de versos y de ideas. A cuenta de una de estas conversaciones intercambiamos textos. Yo le pasé un libro que ya comenté en este mismo espacio, sobre la vilencia y las murder ballads en Nick Cave (“La violencia en Nick Cave. Ibañez, Saul“). Él me pasó a mi otro con una antología de un poeta salvadoreño del que tengo que reconocer que nunca había oido hablar, Roque Dalton.

Roque Dalton era poeta de lo humano, de los que llevan la barba siempre remojada por lo que pueda pasar, y el culo mojado como forma de demostar que quiere peces y está dispuesto a mojárselo aun antes de echarse al río. Roque Dalton era, según dicen los que le conocieron y según se desprende de sus escritos, un tipo tan comprometido como divertido. Me gusta la gente que es capaz de sonreirse a si mismo. Me asusta la gente que piensa que para decir cosas rotundas y hablar en serio hay que ser serio, desabrido, rotundo o solemne. Aburrido en suma.

A Roque lo mataron. Le mataron los suyos, o más bien los que le creían suyo. Le acusaron de ser un infiltrado, le aplicaron un juicio sumarísimo que, como ocurre en estos casos, tiene mucho de sumarísimo y muy poco juicio, y pim pam pum, le dieron matarile. Una vez más la izquierda se basta y sobra para autoliquidarse.

Lo que Roque Dalton destila en sus escritos es un espíritu libre, un ser inteligente y agudo, de los que sabe reirse de si mismo, de los que, puestos a luchar contra dogmas, censuras e imposiciones lucha con la sonrisa y la ironía con el mismo empeño contra las que le imponen como contra las que crecen entre los que las combaten, incluido él mismo. Triste destino el de artistas y poetas embarcados en ortodoxias revolucionarias. Los comisarios no entienden de matices, son, con independencia del bando, mentes militares. Los sacerdotes de la revolución son tan pazguatos como los de la iglesia de Trento. Pero la poesía, el humor y la inteligencia son feudo de la heterodoxia, del relativismo, de la capacidad de verse desde fuera.

A Roque Dalton se lo cargaron por peculiar y por genuino más que por disidente. Sufrió el destino de los Maiakovskis que en todas las revoluciones han sido.

Y murió dejando, eso sí, estupendos frescos sobre lo elevado de las revoluciones brutas más allá de los juegos académicos de ortodoxia y estrategia de salón, sobre las vicisitudes del revolucionario de a pie, sobre la culpabilidad de los que se amparan en la obediencia debida para disfrutar con sadismo en su labor de represión, etc. etc. Pero no sólo de política y de revolución vive el hombre, y menos cuando es poeta. Sus versos de amor son delicados, y a la vez graciosos, y hasta tiene una genial descripción de sí mismo en la que detalla todo un rosario de percances que determinan las cicatrices que muestra su cuerpo, y que van desde peleas infantiles, a palizas por celos pasando por violencias policiales y hasta incluso torpezas propias, “No, no siempre fui tan feo “, se titula.

Todo un descubrimiento que recomiendo encarecidamente. Devolveré el libro, y cuando vuelva de nuevo a disponer de fondos para uno de mis vicios más insano, el de comprarlos, trataré de encontrar algo de este hombre que llevarme a la estantería.

De momento os dejo con unos versitos a modo de paradoja:

Católocos y comunistas en América Latina, algunos aspectos actuales del problema.

A mi me expulsaron del Partido Comunista
mucho antes de que me excomulgaran en la Iglesia Católica.

Eso no es nada:
A mí me excomulgaron en la Iglesia Católica
después que me expulsaron del Partido Comunista.

Puah!
A mi me expulsaron del Partido Comunista
porque me excomulgaron en la Iglesia Católica.

Y ya para terminar, vya este jugoso fragmentito de diálogo:

Bueno: no te falta más que hablar del budismo Zen, es la moda.
Correcto: El budismo Zen es una experiencia magnífica, siempre y cuando te lleve paulatinamente al terrorismo.

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