El bien común y el reciclaje

Bajo el balcón de la casa en la que vivo hay cinco contenedores. Uno para vidrio, uno para cartón, uno para envases, uno para orgánicos y uno para varios. El cartón hay que meterlo plegado, las botellas de una en una, el orgánico con las manos sucias de separarlo y los envases de uno en uno o rompiéndote las manos para intentar pasar la bolsa por el agujerito protegido por gomas. Pero todo esfuerzo es poco porque reciclando contribuimos al bien común y a la defensa del medio ambiente. ¿O no?

Lo del medio ambiente es más cierto que lo del bien común. Porque en cuestión de ambiente hay dos mitades, la nuestra y la suya, pero en cuestión de bienes hay clases, hay bien común y bien no tan común.

Cuando voy por el monte y me como una naranja, antes de tirar la piel en pedazitos le quito la pegatina. Contribuyo al bien común de tener los montes limpios. Pero cuando me como la cabeza y me destrozo las manos clasificando mis residuos… ¿a que bien realmente contribuyo? Porque frases bonitas y carteles y campañas verdes al margen lo cierto es que al final tengo la sensación de ser mano de obra gratis para empresas que buscan el bien privado y que me usan como proveedor cualificado de materias primas sin que acabe de tener muy claro que parte del bien común me corresponde.

Su bien común se traduce en dividendos, el mío en esfuerzos sin recompensa. Reciclo toneladas de plástico por los embalajes que no necesito en las grandes superficies y por los cuales pago. Recojo de mi buzón toneladas de papel con publicidad que no leo y de la que tengo que encargarme de llevar hasta el contenedor del papel diariamente, porque si la acumulo no cabe por la boca de buzón del contenedor. Me bebo un refresco o una cerveza y no puedo ir a la tienda a devolver el casco y cobrar por ello. No es retornable. Lo tengo que dejar en el contenedor del vidrio para que puedan volver a cobrármelo más tarde.

Antes había gente que vivía de todo este tinglado de los resíduos. Recuerdo a Peret hablar de ello y comentar que los payos éramos tontos, que hacíamos gratis lo que en realidad es un trabajo, ese que antes ellos hacían. Y es que en la sociedad esta del bien común de lo que se trataría es de repartirnos el trabajo, no de ser eficaces a costa de crear bolsas de pobreza sin alternativa pero eso  si, sin que nadie tenga que dedicarse a oficios “degradantes” como recoger, clasificar y revender basura. Eso es bien común. Porque lo que necesitamos no son contenedores ni barredoras, ni ver como crecen las cuentas de resultados de las empresas dedicadas a la economía “verde”. Necesitamos ser una sociedad de individuos que contribuyen al bien común cada uno en su función, porque de todo tiene que haber, porque nadie sobra si nos sabemos organizar. Y todo eso de añadir valor está bien si se basa en que hay una superficie suficiente sobre la que añadir, pero es absurdo cuando parte de la población no está en situación de hacer algo mejor, sino de tener algo que hacer.

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