La revolución no será televisada

Arrancaban los setenta cuando Gill Scott-Heron avisaba de que la revolución no sería televisada. Se lo avisaba principalmente a los blanquitos, incluso a los más cómodamente rebeldes. Les avisaba de que la revolución que se avecinaba no sería un espectáculo televisivo, de que sería real. 45 años más tarde la revolución real no ha llegado, pero el sofá se ha actualizado.

En aquellos 70 hubo quien pensó que la televisión abriría el mundo y lo metería en las casas, que ya no habría secretos, que la revolución vendría de la mano de la verdad globalizada. Pero no ocurrió eso sino lo contrario. La televisión nos metió en casa a nosotros y nos acostumbró a la realidad patrocinada, a las pausas publicitarias, a mezclar realidad y ficción hasta anestesiarnos y hacernos soñar: a unos con que la realidad nunca cambiaría, que todo era espectáculo; a otros con que el espectáculo era real y el mundo estaba cambiando.

Han pasado los años, han cambiado las tecnologías, los medios y los soportes, pero los fines y los principios permanecen constantes: nosotros en el sofá y la revolución en la pantalla. Y el caso es que donde Scott-Heron avisaba a los blanquitos de que, mientras ellos veían la tele, la revolución se estaba fraguando, hoy tendría que avisarnos de que mientras nosotros, los revolucionarios del tercer milenio, twuitteamos, o compartimos videos y soflamas en el whatsapp o en el facebook, las mujeres siguen siendo asesinadas, los refugiados pasando frío, los sudaneses muriendo, los pobres cercanos empobreciéndose y los de siempre ganando más y más dinero y más y más poder para seguir imponiendo sus modelos endulzados con el dulce caramelo del glamour y el espectáculo smart-televisado.

Deberíamos repetir con Scott-Heron que la revolución no será televisada, que si queremos hacerla debemos dejar lo virtual y luchar en lo real, que esta vez el aviso no es para el enemigo, ni para los pasivos, ni para los conservadores. Que hoy, en el siglo XXI, la advertencia se convierte en grito de guerra, como en su día lo fue el de ¡a las barricadas!, para que dejemos por un momento nuestros smarts en la mesilla y salgamos a la vida real a pelear. Porque, brother, la revolución no será televisada.

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