Metro y medio

Dicen que la distancia es el olvido, pero lo cierto es que a veces, en esto de las medidas, ocurre algo parecido a los colores y los cristales con que se mira. Parece que las distancias crecen o menguan según quien coge el metro. Pongamos por ejemplo el mítico metro y medio que hay que dejar para adelantar a un ciclista. Pues bien, hay ciclistas, de los que fijo que se acuerdan de la madre del conductor que no se lo respeta, de estos que andan en pelotones “dándolo todo” como si fuesen profesionales, como si les fuese la vida en ello que, cuando adelantan a una persona que anda en bici, lo hacen con tanta alevosía como falta de educación y con tanta prepotencia como falta de prudencia. Ayer me pasó dos veces.Iba yo pensando en mis cosas cuando se me acerca sin decir ni hola, ni epa, ni aupa ni leches en vinagre un pelotón de esos de mallot de uniforme y bicis “de corredor” y me adelantan a casi el doble de mi velocidad sin dejar ni metro y medio ni casi siquiera sólo medio. Las dos veces entre Arroyabe y Vitoria, carretera con arcen amplio reservado a bicicletas que estos profesionales no usan, porque prefieren ir en grupito de charla, avasallando a personas en bici y entorpeciendo a personas en coche, moto o camión.

Yo soy una persona que ando en bici. Me gusta disfrutar del paisaje. Prefiero las pistas a la carretera, pero a veces la uso. Mi bici es normalita, y mi atuendo más funcional que otra cosa, hasta llevo mi mochilita de porsiacasos. No tengo las piernas de Indurain, ni el espíritu de sacrificio de los profesionales. Y es normal que así sea, no vivo de la bicicleta ni vivo para la bicicleta, me limito a tratar de vivir experiencias gratificantes con mi bicicleta, y eso incluye circular con una sonrisa, saludar a quienes me encuentro por el camino sean peatones o ciclistas, personas a fin de cuentas, y poco más que a circular con sentido común y buena educación. Esos ciclistas de cuyos adelantamientos hablo son, visto lo visto, el tipo de gente que en coche irán por el carril central, con paraguas por debajo de los aleros, y por la vida como gente mal educada, porque frente a los frentismos vehiculares, los que buscan enfrentar a ciclistas, peatones y conductores, al final lo que hay siempre son personas, con independencia de lo que se traigan entre las piernas. Y la mala educación es además de nociva peligrosa. Ayer tuve dos ocasiones para tumbar un pelotón entero de listos. Hubiese bastado con que hubiese cambiado mi trayectoria apenas medio metro en el momento en que los “esforzados” de la ruta me quitaban las pegatinas, como diría Angel Nieto.

Así que va por ellos, si no teneis respeto ni educación, tened por lo menos cuidado.

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