30 años y tres meses

Parece una condena, y en cierto modo lo ha sido y en cierto modo lo es. Para mi, según parece, una condena cumplida. Para otros una condena en vigor, porque siguen esperando a que se cumpla y puedan salir de la situación de espera en la que están, y para algunos más una condena por cumplir porque aún no saben siquiera que están invadidos. Yo he pasado a engrosar la estadística de los pacientes tratados con resultado positivo, o sea negativo. Vamos que, como el temido virus de la hepatitis C continúa indetectable tres meses despues de terminar de castigarlo por segunda vez, se puede decir, según me dice el médico, que todo ha ido bien. Parafraseando un comunicado de infausto recuerdo, podríamos decir que, en el día de ayer las tropas antivirales han alcanzado sus últimos objetivos indetectables. La guerra ha terminado.

Ahora queda la posguerra, tiempo para evaluar los daños producidos por el enemigo y hasta incluso por el amigo terapéutico. Tiempo para reflexionar. Han sido treinta años de invasión. Una invasión desconocida que pasó inadvertida en su momento a los servicios de inteligencia sanitarios. No se conocía. Pude haber sido un agente del enemigo durante años. Gracias a dios, sabe quien, no me dió por donar sangre en los años aquellos. Descubrimos al enemigo un no tan lejano junio de 2011. Pronto se cumplirán cinco años. Pasamos pacientemente ciclos de espera semestrales mientras se autorizaba un tratamiento revolucionario. Entonces la panacea se llamaba Telaprevir.  Tras dos años de espera lo conseguí y me pasé uno experimentándolo y total para nada. No funcionó. Curaba poco y daba mucha guerra al que lo sufría. Doy fe de ello. Ya lo han retirado. Y de nuevo a la espera y a soñar con la panacea. Y al final accedí a uno de esos nuevos fármacos. Y después de treinta años, en tres meses, sin apenas efectos secundarios, aquí estoy, con el parte de la victoria recién firmado y preguntándome quién es el sátrapa, quién el bandido, que puede consentir que el miserable afán de lucro siga condenando a los pacientes a sufrir condenas cuando no tendría por qué haber ni penas que cumplir.

 

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