Volar por encima de los pajaritos

39 Festival de Jazz de Vitoria – Gasteiz. Día 3º, 16 de julio de 2015. Teatro Principal.

Vincent Peirani “Living Being” Vincent Peirani, acordeón; Emile Parisien, saxo soprano; Tony Paeleman, Fender Rhodes (teclado); Julien Herné, Bajo; Yoann Serra, batería.

Tres cuartos de entrada.

Hay discusiones, debates o conversaciones en las que se acaba diciendo aquello de… “que daño ha hecho…”. Lo mismo da que sea Walt Disney y los animales comestibles, que el dream team y el futbol de segunda B. En el caso que nos ocupa la causante del daño es Maria Jesús y sus pajaritos. Más de uno dudaba viendo el cartel… ¿es el acordeón un instrumento de Jazz? ¿lo es por muy sintetizado electrónicamente que esté? Pues bien, lo es, y lo sigue siendo.

No suelo prodigarme mucho en el Principal. Mal hecho. A menudo es donde están las propuestas más interesantes, más frescas y más jugosas. La de ayer lo fue. Mi hija se estrenaba como espectadora, y si juzgo por ella y su reacción el de ayer fue un conierto de los que crean afición, por lo menos la suya. Junto al reproductor de Cd, bajo la tele, ha dormido hoy en casa un disco dedicado del quinteto que oimos ayer.

La apuesta mereció la pena. Si voy músico por músico, Peirani resulta elegante y diverso. Su acordeón pasaba a veces desapercibida y apoyaba junto con el teclado el sonido del grupo. En los solos era capaz de alternar un sonido que asemejaba a un hammond con el más puro sonido del acordeón. Las notas lentas y las escalas explosivas. Emile Parisien se merecería que su nombre fiogurase más grande en el cartel. Se puede decir que comparte protagonismo con Vincent. Y se lo suda. Todo un espectáculo verle retorcerse, pero es que aún con los ojos cerrados se deja disfrutar. Tanto en los solos como en los loops estuvo grande, aunque a veces le faltase el resuello. Mantenía en todo caso el equilibrio, y lo digo también en el sentido literal de la palabra, porque a veces fraseaba a la pata coja haciendo un a modo de Aurresku que tenía su punto gracioso. El teclado, que nos recordaba a mi hija y a mi a un personaje de Bones, evocaba sonidos de la prehistoria de los sintetizaores y de la electrónica de antes de los transistores. Bonito y muy integrado. El bajista era un torrente de notas siempre en su sitio (ni más ni menos que seis pedales que llevaba) y la batería acompañaba eficazmente y hasta hacía crecer a veces ciertos toques de Jazz Rock. Usaba dos cajas, igual que a la noche haría Ballard en Mendizorroza.

El repertorio variado, con temas atrevidos y arreglos más creativos que la propia ortodoxia, cercanos al free, y en todo caso apostando por fraseos atrevidos. Pero cuando el grupo sonaba como grupo sonaba perfectamente conjuntado y emocionantemente enérgico. Buena conexión entre ellos y con el público. Los speechs cortitos pero simpáticos, y el relato del concierto con su ritmo muy bien construido. Para terminar un tema con toques manush, titulado macedonia. Un buen final de concierto y espero que un buen principio de afición.

Los pajaritos se quedaron arrobados en los cables de la luz como notas de un pentagrama, y María Jesus un poco avergonzada escondió su acordeón.

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