Banderas al viento

Publicado en Diario de Noticias de Álava el 9 de junio de 2015

Las banderas son símbolos. Es más, las banderas son símbolo en estado puro. Son la quinta esencia del símbolo. Por eso todo lo que rodea a las banderas es simbólico. Incluso es simbólico el propio simbolismo banderario, a veces un poco rancio, a menudo un tanto rudo y casi siempre bastante primario. El rojo de las banderas no suele ser el rojo del carmín que pinta los labios sino el de la sangre que derraman los que la defienden sean mucho o poco voluntarios. Y eso por no hablar del mástil. Tan alto y tan enhiesto. Como para no ver claramente el simbolismo y hasta la analogía con aquello de que, al menos en cuestión de banderas y mástiles, el tamaño si que importa. Por eso hay tanta guerra con las banderas, y tantas guerras de banderas y hasta tantas banderas de guerra. Por eso al final nos pasamos los días hablando de banderas y respetos, y de pitos y de flautas. Pero las banderas, cuando son libres, ondean como ondean las melenas al viento. Sin trampa ni cartón, sea cual sea su tamaño y su color. Salvo que hagas trampas y las ates. Yo reconozco que no me había dado cuenta. Me lo comentaba el otro día Antonio, cura jubilado y mejor persona con quien disfruté de una conversación, una más, el otro día al hilo de las tablas de la barra de La Unión. Y salí a comprobarlo. Y ví que tenía razón. En el balcón de la subdelegación del gobierno, el gobierno civil de antaño, hay tres banderas, pero solo ondea una, las otras dos están atadas. Y el caso es que cuando ves estas cosas tan infantiles pero para nada nimias, te acuerdas de repente del Txoria txori de Laboa, y te acabas dando cuenta de lo cierto que es aquello de que si le cortas las alas a un pájaro no se puede ir, pero deja de ser pájaro. Porque a los pájaros nos gusta poder volar aunque sea para volver al mismo árbol, igual que a las banderas les gusta ondear sin ataduras.

 

 

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