No me digas que te obligan

A mi, contratos aparte y dejando al margen la comida de mis hijos, me costaría editar, redactar y hasta simplemente leer frente a un micro o una cámara noticias como muchas a las que asisto estos días. Pongamos algunos casos concretos.

Un individuo le pega un tiro al novio de su hija, otro a un guardia civil, se atrinchera en una vivienda y tras una noche de tiras y aflojas entra la guardia civil, se produce un intercambio de disparos y el resultado es que al individuo le mata un disparo o dos. Y uno oye en una cadena y en otra que el atrincherado “ha muerto”, que “ha fallecido”. A este no le han abatido, ni le han disparado, ni le han matado, ni le han asesinado, ni ha caido en combate. No. Este ha muerto. Como si estuviese enfermo. Ni tan siquiera parece que sea una muerte en accidente. ¿Y esto porque la autoría del disparo corresponde a nuestras fuerzas de seguridad? ¿porque “el fallecido” no es yihaidista?

El presidente democráticamente electo de una república soberana dice que está cansado de la actitud de ciertos gobernantes extranjeros que promueven resoluciones que se inmiscuyen en su soberanía y que tomará medidas y los medios cantan a coro que Maduro insulta a España y que amenaza los intereses de los españoles. Si el parlamento Venezolano instase al reino de España a poner en libertad a Arnaldo Otegui, Rafa Díaz Usabiaga, etc. su visión del asunto sería muy diferente. Pero nadie parece caer en eso. Ni en eso ni en pequeños detalles. Aquí, dando lecciones, los periodistas súbditos de un reino a cuyo frente está un señor cuyo mérito es ser hijo de otro señor al que colocó al frente del reino un dictador que a su vez accedió al poder tras provocar una guerra civil y hacer una depuración masiva y sangrienta de su oposición. Aquí, hablando de agresiones a los españoles como si los agredidos, que al final suelen ser ongs como Repsol, telefónica, el Santander etc, estuviesen aquí haciéndonos felices y repartiendo dividendos entre todos los subditos de su majestad felipe…

En fi, que asistimos a un recurrente debate sobre la libertad de información, sobre el papel de los medios, de la prensa, sobre la profesión periodística y sobre muchas otras cosas. Y lo hacemos como jueces de silla de tenís viendo lanzar pelotas fuera y oyendo hablar de grandes conspiraciones cuando a lo que asistimos es a un penoso espectáculo de pequeñas miserias. Porque no creo yo que a toda esa tropa de redactores, investigadores del google, presentadores sonrientes y especialistas en tragedias varias les obligue nadie en contrato a decir lo que deberían de saber que no es cierto, a colaborar de forma activa y proactiva en el engaño y la manipulación. Vale que pueda que no sea falso lo que dicen, escriben, narran, comentan o presentan, pero cuando no se completa y complementa con más ángulos no es verdad. No es la verdad. No creo en las coincidencias, pero si en la convergencia de miedos, miserias y penalidades propias del salvese quien pueda o del no con mi culo.

Y hablando de culos así nos va. Solo vemos la verdad cuando nos dan la patada en el culo.

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