Publicado en Diario de Noticias de Álava el 11 de noviembre de 2014
-Hay días en los que te pones a escribir las líneas estas de nuestra cita de los martes y tienes más títulos que líneas. “La espada de Damocles”. “Entre la espada y la vitrina”. “El rey de copas y el general de espadas”. “La tizona de la Correría”. En fin que, como es fácil de suponer, me disponía yo a escribir hoy sobre una espada.
-Raro, raro.
-Bueno, no tanto, a fin de cuentas vivimos en tiempos de zozobra en los que tenemos que mirar al cielo para evitar las espadas que colgadas sobre nuestras cabezas nos amenazan en forma de consultas, preguntas, denuncias, dimes, diretes y saqueos varios.
-Ah, bueno.
-Pero yo quería referirme más bien a la espada que reposa por fin en la vitrina de las batallas en las que intervino sin combatir en ninguna.
-Raro, raro.
-Es que era una espada de las de lucir más que de las de embutir en carne humana.
-Ah, bueno.
-Eso sí, su propiedad si que es una larga campaña plagada de batallas. Empezó como un lujoso regalo de la ciudad de Vitoria.
-Raro, raro.
-Bueno, no tanto. La ciudad se la regaló al que evitó el saqueo de sus libertadores hace 200 años, aunque luego haya resultado un saqueo en diferido, pero eso es otra batalla.
-Ah, bueno.
-Pero sigamos. El caso es que luego se la quedó el amigo inglés que le acogió en su exilio porque el beneficiario murió sin descendencia.
-Raro, raro.
-Lo del exilio es cosa de reyes volubles.
-No, digo lo de la descendencia.
-Ah, eso es porque el buen general se casó con una prima y se ve que…
-Ah, bueno.
-El caso es que se subastó la espada y la Diputación ni se molestó en pujar.
-Raro, raro.
-Es que valía casi 60.000 euros y apareció un comprador secreto que la compró.
-Ah, bueno.
-El caso es que al final el comprador anónimo se la ha cedido a la Diputación para que la ponga en una vitrina, eso sí, asegurándola en 120.000 euros.
-Raro, raro.
-Uy se me ha terminado la columna.
Leave a Comment