¿Lástima que terminó el festival?

Crónica resumen de la 38 edición del festival de Jazz de Vitoria Gasteiz.

Así terminaban los dibujos animados de mi infancia, con el cántico aquel que seguí diciendo que pronto volveremos con… Y eso es un poco lo que queda como pregunta en el aire: pasada esta edición, oido lo oido y visto lo visto, ¿con qué volveremos en próximas ediciones?

Vayamos entonces por partes. Resumen de esta edición sería decir que ha sido esa en la que los conciertos excepcionales y bien acogidos en un festival de Jazz han sido norma más que excepción, y en la que los conciertos de lo que podriamos llamar Jazz en todo lo amplísimo de su acepción han sido más excepción que norma, lo cual para un festival que se autotitula de Jazz no deja de ser peligroso. Take-6 es un grupo vocal que se vendió como gospel sin serlo. Cosa que yo por otra parte agradezco. Chano y Josele ofrecieron algo de Jazz, para mi gusto un formula que me empieza a resultar un pco agotada en si misma, pero bueno, ahí está muy dignamente interpretada. Darcy Jame’s  fue el momento más innovador y aventurado del Festival, pero posiblemente aburrrió al respetable que no acabó de entender su propuesta, entre otras cosas, porque la contó en inglés sin que nadie se esforzara en explicárnosla. La noche de Noa y Poveda no tuvo absolutamente nada que ver con el Jazz. Trombone Shorty es aún muy joven, van dos veces en las que su directo me parece un poco frío y distante, pero en todo caso las referencias a New Orleans y a la musica negra que habitan en su repertorio bien justifican su presencia, que en el caso de Doctor Jhon se justifica por todo lo contrario, su descomunal tratyectoria, por lo que no acaba de entenderse muy bien a que venía ese incumplido anuncio de un homenaje inexistente salvo por uno o dos temas. Richard Bona no se prodigó en exceso y hubo a quien no acaban de gustar las bromas de Battista, pero ofrecieron algo parecido a Jazz, tampoco algo de otro mundo.  Lo de Anka hay que verlo, merece la pena, pero tengo yo mis dudas sobre si se opuede llamar Jazz a unespectáculo tan milimétricamente calculado. Show es, sin duda. Y por fin acabamos con lo mejor en clave de Jazz del festival, que fue el concierto de Valdés y con la divertida actuación de la buena vista. Show también, pero en las antipods del del día anterior.

Las entradas han estado bien, lo que no deja de preocupar en el sentido de que los programadores lo entiendan como u aval a su gestión. El polideportivo ha sido retocado en algunos detalles, lo que no significa que se hayan solucionado todos sus problemas. Como todos los años vamos a comentar algunos detallitos con espíritu de mejora a ver si alguien los escucha:

Accesibilidad del escenario. Me decía mi vecino de asiento con toda la razón del mundo, que en un festival en el que la edad de los músicos es a menudo provecta (lo de provecta es cosa mía) no entendía como no había medios más accesibles de facilitar el acceso al escenario que las peligrosas e incomodas escaleras. Le doy toda la razón.

Las pantallas siguen sin usarse para dos cosas muy útiles a los asistentes. Uno, indicar al respetable el tema que los músicos están ejecutando (título, autor, año de comosición, etc.) Dos, Subtitular los speach de los artists par que el respeptable que no sabe inglés, muy abundante por cierto, pueda seguir mejor los conciertos.

El ruido de la calle es chocante. Tanto hablar de la calidad acústica del local y bien podría por ejemplo hablarse con tuvisa para mover ligeramente la parada del autobús que a menudo hace tiempo con el motor encendido justo junto al escenario. Di que con una buena ventilació que hiciese innecesario tener las ventanas abiertas igual era suficiente.

Dicho esto. Solo queda despejar la incógnita sobre el futuro del festival. Es un momento de encruzijada. Podemos avanzar hacia un espacio musical vitoriano, pensado en clave vitoriana, para publico vitoriano y medios de comunicación vitorianos en el que quepa incluso la música, pero más orientado a llenar las taquillas que los oidos, o seguir apostando por una programación más especializada que convierta a Vitori en un destino de un público concreto, disperso por el mundo, pero generalmente dispuesto a viajar y con un buen nivel adquisitivo que, eso si, solo gasta donde se le ofrece algo. Vitoria corre el serio peligro de dilapidar ese algo. El año que viene lo contamos.

En todo caso gracias a Angeles y a Onda Cero Vitoria – Gasteiz pro ofrecerme un año más la posibilidd de ver y comentar los conciertos del ciclo vitoriano.

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