La parábola del parking

Publicado en Diario de Noticias de Álava el 18 de marzo de 2014

Andaba pensando en motorizarme, pero claro, como la vía pública no puede ocuparse con coches aparcados porque hay que dejar sitio para que el ayuntamiento pinte rayas en los suelos, pues me decidí a buscar un parking. Yo pensaba que un parking es un negocio que consiste en cobrarte por guardarte el coche, de ahí que estuviesen encantados de recibirlos. Es más, todas las facilidades que solían darte para guardarlo se convertían en dificultades para sacarlo. Hay quien dice que era porque mientras tú no usabas el coche lo prestaban. Así ganaban cobrándote por guardártelo y volvían a ganar cobrando por dejárselo a otros.

Pero las cosas están cambiando, lo noté cuando fui a ver que me ofrecían por llevar mi coche. En un parking me dijeron que si lo traía otro conductor tenía que meterlo antes de las 10:30. En otro que si era de menos de 100 caballos no me abrían la puerta y tenía que meterlo en un ascensor. Otro me decía que si no era mío tenía que pagar por meterlo aunque fuese en mi plaza. En todos me cobraban por la tarjeta para abrir el parking, y además me aviso un amigo que tuviese cuidado, que a veces te ofrecían maravillas, vamos, que de un 600 te daban un mercedes si se lo dejabas no sé cuantos días, y al final ni te daban el mercedes ni te pagaban el 600 que te habían roto. Así que me planteé pasar de los parkings, que parece que les haces un feo llevándoles materia prima, pero resulta que no puedes porque te hacen falta para todo. Ahí te lo entrega el concesionario, ahí lo recoge el mecánico, ahí lo lavan y le cambian el aceite… Vamos, que no puedes vivir sin él y, uy, lo mismo por eso se pasan tanto… Pasan de ser algo voluntario a serlo imprescindible y obligatorio para dejar de ser servicio y apuntarse al vicio de vivir de su cuento y nuestras cuentas, digo plazas, que ya no sé si hablo de parking o de banking.

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