Inocente, lo que se dice inocente…

Bonita festividad la de hoy. Un de esas que te hacen pensar. Hoy es el día de las bromas, y uno de sus subgéneros más tradicional es el de la broma periodística. Gran dilema a fecha de hoy. Ya no valen aquellas socorridas noticias del camión de angulas volcado en el puerto de Azázeta. No se las creería nadie. No hay angulas para llenar un camión. Por otra parte, es complicado encontrar algo que resulte sorprendente. Vamos, que uno se va a costumbrando a ver noticias ciertas como si fuesen bromas, pesadas pero bromas. Tantas que cada vez resulta más complejo colar una inocentada sin acabar en el juzgado, que esa es otra. Antes, el mundo era como lo retrataba Gila. Te hacían una broma y te mataban, pero las risas… y si no te reías pues fuera del pueblo, que el sentido del humor es lo primero. Ahora si algo te molesta ahoras los 200 pavos de las tasas, los del procurador, los del abogado y por tres o cuatro mil pavos te quedas tan a gusto llevando al bromista al juzgado.

Pero a lo que íbamos. Para que una inocentada cuele tiene que ser creible, y eso se sustenta tanto en el leguaje como en que la distancia con la realidad sea proporcionada. Tal como están las cosas si la noticia es buena la desproporción es tan grande que hace que se note inmediatamente que es broma. Tal como van los acontecimientos si la noticia es mala colará como cierta y no hará ni gracia, porque resultara excesivamente posible.

Visto así igual era mejor cambiar, al menos en lo que a la prensa se refiere, el día de los inocentes por el de los indecentes, y publicar sin posibilidad de querella todas las hazañas de los indecentes que nos rodean. Tendríamos así el resto del año para reirnos de lo inocentes que somos, o para que se rían de nosotros por lo mismo, que nunca se sabe, y un día, al menos un día para dejar de reirnos y tomarnos las cosas en serio, que en muchos casos sería más de lo que ahora hacemos.

 

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