Hablar de lejos

A veces tengo la impresión de que para ser analista, comentarista o simple opinador es imprescindible la presbicia, esto es, la incapacidad de ver de cerca y la necesidad de alejarse lo que se quiere leer para poderlo leer bien. Un simple vistazo a la prensa, aunque sea a la distancia de los brazos extendidos, me ratifica en ello.

Hablamos de Obama y de Romney como si fuesen los candidatos a ser nuestro concejal de barrio, o incluso con más propiedad. Curiosamente lo hacemos porque les acusamos de que sus políticas incidirán en nuestras vidas más de lo que lo harán las de nuestro concejal de distrito.

Tenemos que enviar al rey hasta la india para que él también se de cuenta de que lo que aquí hace llorar visto de lejos se ve mejor.

Tomamos partido como si estuviésemos dentro del partido. Y lo hacemos igual desde fuera de Ferraz que desde lejos de Extremadura aunque no seamos socialistas ni estemos en la Izquierda Unida extremeña.

Sabemos lo que deben hacer griegos, isaraelitas y palestinos, y tenemos consejos hasta para los alemanes. De vascos, catalanes y gallegos ya casi mejor ni hablar. Todos sabemos lo que les conviene, todos conocemos lo que les ocurre y les preocupa y todos nos vemos con derecho a decidir lo que les concierne.

Yo mismo que soy vasco hice lo que me pareció oportuno cuando me llegó el turno, y aquí me veo hoy, tentado de opinar sobre lo que deben hacer los catalanes y confeso autor de comentarios sobre lo que hicieron o dejaron de hacer los gallegos.

Y es que entre todos hacemos cada día más cierto aquello de consejos vendo pero para mi no tengo y más evidente esto otro de que cada uno tiene su razón y sus motivos, y de que si en algo es fundamental la empatía es, precisamente, en la opinión, más aún cuando es publicada y hasta tiene cierta vocación evangelizadora. Callar, oir, ver, dialogar y después opinar.

 

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