La rebelión domesticada o la revolución educada

Soy de los que de siempre defiende y valora el gran poder de dos palabras que son tres: por favor y gracias. Me encanta esa imagen que muestra un anuncio que dice “1 cafe – 1,80€; 1 cafe si vous plait – 1,50€; Bon jour, 1 cafe si vous plait 1€”. Creo en la educación y las buenas formas. Pero cuando me planteo la rebelión y hasta la revolución mi modelo se tambalea.

¿Sería posible parar un desahucio diciendo con una sonrisa de oreja a oreja: “buenos días señores accionsitas y gerentes varios, una moratoria, por favor”?  “Gracias y que tengan un buen día señores financieros”. ¿Valdría de algo acercarse a la Moncloa y comentar con mirada beatífica: “buenos días señor Rajoy, le importaría ser tan amable de retirar por favor la subida del iva a los bienes y servicios culturales”? “Muchas gracias Mariano”. ¿Llegaríamos a la tercera República, a la que haríamos incluso federal, llamando a la Zarzuela y, una vez puesto el monarca al aparato, diciendo aquello de: “Buenos días Juan Carlos, nos harías el favor de abdicar y decir a tus herederos que renuncien a sus derechos dinásticos? Es que queríamos proclamar una república y claro, eso con un monarca va a ser un poco complicado” “Pues oye, agradecidos, y trasmite un abrazo a la familia, compañero”.

Me da a mi que no.

Algo parecido cabría decir de las huelgas y manifestaciones. Hay quien se escandaliza con las llamadas que desde ciertos sectores, los de siempre, se empiezan a hacer para “modular” (aún más diría yo) el derecho de manifestación. No han tardado mucho en salir datos que avalen el cuantioso coste que la concentración de concentraciones en Madrid supone. Y puestos a ahorrar, que mejor que hacerlo en protestas que, visto lo visto, no sirven para nada. Habrá a quien le parezca aberrante que acaben creando en la casa de campo madrileña un manifestódromo al estilo del sambódromo brasileño. O que se implante en las ciudades más pequeñas un speaker’s corner para el desahogo ciudadano. Una y otra cosa dejarían de costar dineros para generar ingresos al incluirlas en circuitos turísticos y hasta crear y liderar el “turismo contestario”. Rutas, circuitos, posibilidad de participar en manifestaciones, circuitos controlados para protestas de riesgo con cargas, humo y hasta pelotas inofensivas y el siempre inpagable placer de sentirse lider ciudadano por un día y un módico precio. Emprendizaje, innovación y desarrollo, ya se sabe.

Pero es que el caso es que con tanta fijación es ser demócratas y pacifistas, y hasta educados y correctos en nuestras protestas, lo de la revolución es de otro mundo, y hasta la rebelión, deja de serlo para ser simplemente espectáculo.

Nadie da nada a lo que tiene mucho aprecio sin que se sienta obligado a ello.A los altruistas les obliga la educación, la solidaridad y el apego a la condicion humana, pero a monarcas, banqueros, mercados y explotadores varios el altruismo no les llama ni les suena. Lo que les mueve a quedarse lo que tienen y no soltarlo es su apego a los bienes terrenales que poseen aun a coste de los males que producen al común de los mortales. Y para quitarles eso sólo hay un camino, obligarles a soltarlo, y no sé por qué tengo la certidumbre de que darles los buenos días y pedirlo por favor no basta.

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