Del médico al desempleado

Hace años, especialmente en las zonas rurales, llegadas que eran las elecciones el médico, el maestro y el boticario se echaban a temblar. Ern tiempos en los que presidir una mesa requería una sólida formación debidmente acreditada por la titulación correspondiente, y claro, por aquellos entonces, poco más que el médico y el cura la tenían. Si acaso el boticario si es que lo había, y opcionalmente el maestro si si tenía el pueblo niños y posibles para mantenerlo. Dado que el cura siempre encontraba alguna misa que bien valiese su París, la cosa quedaba casi siempre en manos de los antedichos licenciados.

Hoy los tiempos han cambiado. Son pocos los llamados y muchos los licenciados, así que el sorteo es visto por muchos de ellos como los sorteos aquellos que acababan con tus huesos uniformados en cualquier recinto cuartelero. A pesar de que se cobra una cantidad que a muchos vendría bien, lo cierto es que la gente no ve con orgullo ciudadno y euforia democrática aquello de pasarse el domingo detrás de una mesa. Y es curioso, una vez más, este doble reasero que tiene la administración que le hace transitar entre el poco decoro y cariño con que se trata al que no tiene recursos y las oportunidades que se le pasan de quedar bien con todo el mundo.

Una cosa es antes cuando todos trabajabamos y los parados eran unos pocos vagos (?) y otra ahora cuando estamos muchos parados y trabajan algunos privilegiados. Entonces hasta podían generar simpatía discursos como ese de emplear a los que cobran un subsidio en apagar fuegos. Hoy somos legión los que pensamos que mejor que se dejen de chorradas y de fuegos, que no estamos para bromas ni recochineos. Pero mira tú, igual a más de uno le venía de perlillas llevarse unos 50 o 60 euros por un día de trabajo. Y lo mismo hasta de paso, evitaba que algún honrado y trabajador ciudadano se ciscase en la democracia y sus sagrados ritos. Y todos tan contentos. Y tampoco se trata de darlo a dedo, no, que va. Desgraciadamente hay número suficiente de parados sin prestaciones como para dar de sí número suficiente para tener que hacer sorteo.

Puede que alguno diga aquello de… ehhhhh, tu habla por tí que a mi no me apetece. Pues por mi hablo, y lo mismo igual tampoco me viene bien, pero no deja de parecerme una buena oportunidad de recibir algo que no recibo y de hacerlo no por caridad, sino a cambio de un servicio necesario para la comunidad.

 

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