El número 2

Respondiendo al guión de comunicación electoral, estamos en la fase de las listas que coindice con la de las caras de tonto que se les quedan a los que se quedan fuera y con las que se nos queda a los demás cuando intentamos tomarnos en serio los argumentos que para su composición se nos dan.

Vamos poco a poco conociendo los numeros uno, luego los dos, y luego el resto, que hay que saber dosificar para llenar una página cada día y seguir así en el “candelabro” que diría la otra hasta pasar a la fase de los programas (?) y las propuestas (ahhhh), contra más llamativa y estrambótica mejor. El calendario de desencuentros, insultos e indignaciones varias, hasta con las inevitables derivaciones judiciales que nunca llegan al mostrador del juzgado, sigue por otro lado su curso dentro de lo esperado.

Ayer supimos que Prieto, que como es ateo no sigue la máxima divina y poniendo una “a” delante de su apellido practica aquello de “no solo aprieto sino que ahogo”, será el numero dos de los del PSE. Hoy, el mismo alcalde del rigor, la austeridad, la seguridad y  el cumplimiento de promesas,  nos anuncia en persona y con alborozo que lo será por su parte de la de los del PP. Con ello se nos anuncian dos grandes noticias. La presencia del alcalde vitoriano significa un refuerzo de la línea renovadora del PP. La presencia de Maroto en el parlamento asegura a los vitorianos que sus intereses como vitorianos, cualidad que es la primordial y principal en su definicón como humanos, estarán por fin defendidos y representados dignamente en este maremagnun de intereses vascongados que pretenden laminarnos.

Pues ni la una, ni la otra ni tan siquiera la tercera. Como bien decía el otro… el segundo es el primero de los que pierden.

A mi personalmente me siguen molestando los imprescindibles. Lo mismo me da que la imprescindibilidad sea propia o sugerida. No me creo que entre 250.000 alaveses no haya dos personas distintas que puedan ser, la una alcalde y la otra parlamentario. No me lo creo. Ni aunque me pongan como ejemplo a Alonso, ni a Cuerda, ni a tantos y tantos que son ellos mismos tantos cargos internos y externos en sus partidos . No lo comparto porque creo firmemente en que son más lós capaces que los elegidos, los dispuestos que los reconocidos, los valiosos que los valorados. Así no hay quien cambie esto, siempre más de lo mismo y siempre los mismos, como si el resto no valiese, supiese o fuese capaz de ser al menos tan torpe como ellos, que esa es otra, que a menudo no son dioses infalibles aquellos entre los que una y otra vez tenemos que optar para terminar eligiendo a los mismos.

A mi me hace gracia oir hablar del ala renovadora del PP. Mira tú el mismo Gallardón, que parecía tan progre y tan ye-ye. El renovador del que hablamos es el que presume de ser el azote de rumanos, inmigrantes y pobres varios. El que ha dejado la cultura vitoriana como un solar. El que presume de aumentar la seguridad a golpe de policía. El que suspende actos tradicionales porque no quiere pagarlos (como si fuese el quien los pagase) o porque no quiere pagar las consecuencias del descontento que está creando (que eso si que tendría que pagarlo él). El que viste de verde mientras nos deja sin bicicletas. El que se embarca en su bonita avenida verde mientras elimina cursos, precariza servicios y eso sí, impide que se abran mezquitas con la misma mano que subvenciona procesiones. Pero es muy renovador. Se pone y se quita la pegatina de Garoña según convenga, se apunta a lo del fracking, que lo mismo le sirve para amarillear un poco que para recibir a una ministra, y hasta asegura que también él apoya a Foronda.

Los alaveses, los vitorianos, necesitamos claro está que alguien defienda nuestros intereses en la comunidad en la que habitamos. Pero eso debe hacerse partiendo de un principio claro, que tenemos los derechos que nos corresponde en función de lo que somos, y que puestos a reclamar para nosotros, bien haríamos en empezar por reclamar nuestras culpas, tanto propias como aquellas de las que por delegación son responsables los que elegimos. Y puestos en ese discurso de defensa de lo propio, sólo es creible si se acompaña con el compromiso público y firmado de ejercitar la insumisión en caso necesario y apechugar con las consecuencias. Las retiradas o las ausencias en las votaciones no son suficientes. El que acude al parlamento, tal como ellos mismos se ha encargado de hacer, lo hace para defender a su partido, y lo demás son matices y otros hices.

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