El resbaladero de cada cual

Ahora que nos van a reformar el resbaladero me han venido a la cabeza los recuerdos que tengo de él, y con ellos  una reflexión en clave local. De igual forma que todo cerdo tiene su San Martín, en Vitoria cada cual tiene su resbaladero.

Yo no llegué a conocerlo como trasera de un convento. Lo he visto en fotos pero no con mis ojos. El resbaladero era para mí una calle con entidad propia, no una prolongación de Fueros. Una de sus aceras era un páramo que empezaba en la pequeña puerta por la que entrabamos al lúgubre portal desde el que subíamos a la inmensa y lujosa vivienda del señor presidente de la audiencia cuyo hijo nos acompañaba en clase. El desierto aquel terminaba de pronto y de forma abrupta al llegar la vida toda que concentraba el Felipe que, por aquellas ventanas bajas en la calle y altas en el local, sudaba olor a chuletillas  y cantaba el ruido de las voces donde hoy atruenan los altavoces. Llegado al Hogar Navarro cambio de acera y a bajar escaleritas o terrazas. Cuestecitas escalonadas o escalones aterrazados, lo mismo da. Superficies en las que el galipó cubría, no siempre y no por entero, los preciosos suelos esos de pedrería que el derecho al taconeo ha exiliado de nuestro muestrario pavimental. Los Arcos, el Paso, el portal donde vivieron mis abuelos y también mis tíos, la sala de billares a la que teníamos de niño el acceso vedado y a nada que te pasases de frenada, cosa no dificil, el Jai Alai.

De menos niño tengo yo el recuerdo de la garita aquella rojiblanca que guarecía al guardia urbano que porra en cinto, guante en mano, pito en boca y orinal por yelmo se afanaba en regular el entonces complicado cruce de Resbaladero, Nueva Fuera y Portal del Rey. La visera de la garita, mayor que su base, hacía que todos los viernes, en las manifas aquellas de finales de los setenta, su rodadura Resbaladero abajo camino de los grises que se apostaban entre el palacio de justicia y el Jai, acabase bloqueando la puerta del Felipe. Eso sí, sus últimos viajes, tuneada convenientemente la visera a fuerza de golpes, iba siendo un cilindro cada vez más regular, con lo que, como si de batir un record se tratase, cada vez llegaba más abajo sin torcerse, lo que era convenientemente jaleado por los asistentes.

Ahora nos van a cambiar de nuevo el Resbaladero. Por lo que se aprecia en los dibujos tampoco es que haya sido un desgaste creativo excesivo. Han cogido la parte de la Virgen Blanca que da a la entrada de Corre, Zapa y Herre y le han cambiado la orientación y la pendiente. Eso sí, donde toda la vida han estado los escalones, terrazas o bancales ahora está la vía rodable y donde estaba lo rodable, pegado al páramo neoherreriano del Palacio de Justicia, van a poner los bancales. Suelo liso, brillante y posiblemente resbaloso como corresponde y otra vez a poner luces, jardineras y lo que sea para que el que opte por bajar escalones por no resbalarse no se escuerne al no ver claro donde están los saltos. Cada cual patina donde quiere, y cada cual da sus propios resbalones.

Yo puestos a reformar propondría que ya que tendremos que ser una vez más los ciudadanos los que nos acostumbremos a los cambios, en vez de ser los cambios los que se acostumbren a nosotros, que haga el consistorio un esfuerzo, y en homenaje a ese pueblo sabio que es capaz incluso de elegir sus nombres, tengan a bien hacer que la placa ilustre y la realidad coincidan y llamen a este tramo reinaugurado Calle Resbaladero Kalea. Es más sencillo que sustituir  a uno y otro lado del tunel de las conchas, ese que separa Iruña de Oca de La Puebla de Arganzón, el cartel que ahora figura por uno que diga ” Sigue usted en Álava”, y tan cercano a la realidad también.

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