Ni 400 euros, ni 1 empleo ni nada de nada

La realidad supera a la ficción incluso cuando esta es periodística. La vida real tiene además una dimensión personal, la que da la vida real de uno mismo, y que a veces cuando uno compara su “que hay de lo mío” con las noticias, bulos, informaciones y demás se convierte en paradoja cuando no en escarnio.

Es así que oye uno hablar de los 400 euros de los parados, de las rentas de garantía, de los inmigrantes que cobran mil o más euros por no hacer nada, de los parados que rechazan ofertas de empleo, y de que sé yo cuantas cosas más y se queda con cara de tonto, hasta que se informa un poco y se queda con cara de más tonto aún.

Vaya por delante mi situación actual en pocas palabras. Desde mi último trabajo, que me abandonó allá por junio del año pasado, estoy debidamente inscrito en Lanbide. Cobré durante unos cinco meses los 400 euros, y cuando fui a pedir una prórroga me dijeron que tururú. En la Renta de Garantía de ingresos me dijeron igualmente que tururú, así que a fecha de hoy carezco por completo de ingresos más allá de los de mi actividad como columnista en un diario local, actividad, que por cierto se ve interrumpida en verano.

En estos meses no he recibido ofertas de empleo de Lanbide, ni tan siquiera se ha puesto en contacto conmigo nadie ni he recibido carta alguna para proponerme cursos de formación, plantearme itinerarios curriculares y laborales alternativos o lo que sea. Claro, como no cobro no cuesto y como no cuesto pues ala, uno menos de los que ocuparse.

De lo de las prestaciones y subsidios también tengo algo que decir. Según se me dice ya no tengo derecho a prestación ni subsidio alguno. Nadie recuerda ya el curioso sistema que tiene este seguro obligatorio de desempleo que funciona como si fuese el seguro del coche y el del hogar, con mucha letra pequeña que siempre se vuelve en contra del tomador. Hablo con conocimiento de causa. En mi vida laboral he vivido dos situaciones gravemente lesivas para mis intereses. Hace años, por una cuestión de esas que hacen las empresas, estuve un mes en el paro más o menos a mitad de un periodo ininterrumpido de 4 años de trabajo continuado. Cuando la empresa en la que trabajaba pasó a mejor vida resultó que yo no había cotizado mi seguro obligatorio cuatro años, sino dos más dos. ¿Y cual es la diferencia? se preguntará alguno. Pues muy sencilla para cobrar tu prestación elijes dos o los otros dos, pero en cualquier caso pierdes dos de los cuatro que tenías.

Más recientemente, después de un periodo de varios años trabajando a jornada completa pasé a un contrato de media jornada, bien pagado, también tengo que decirlo. No recibí información alguna ni de Lanbide, ni de del Inem ni de mis empleadores. Cual no es mi sorpresa cuando, terminada esa relación laboral, al ir a solicitar mi prestación se me informa amablemente de que al no haber hecho nada cuando pase de entera a media lo que había hecho era renunciar de forma irrenunciable a la mitad de mi prestación. Ni las gracias me dieron. Sume usted la mitad de 1200 y multiplíquela por un buen número de meses y le saldrá una cantidad que ahora mismo no es que me vendría muy bien, es que me salvaría la vida. Pero no. Perdido y sin opción a recurso. Digo yo que si el servicio se interesase realmente por los derechos de los que lo pagamos, o sea los súbditos del reino, que menos que enviar una cartita indicándote que no ejercitar tus derechos puede ser causa de un gran quebranto económico. Eso o lo más lógico que sería articular un procedimiento por el que si en un momento dado no te hace falta una ayuda no estés obligado a cobrarla sino que puedas reservarla para momentos peores, que visto lo visto, llegan, vaya que si llegan.

Bueno pues con todo lo anterior clarito va uno y se dirige al fondo de saco del sistema, eso que en Euskadi se llama RGI y en Castilla y León RGC, eso que en teoría proporciona un ingreso mínimo de subsistencia a los súbditos del reino de España. Y ohhh maravillas de la administración, va uno y descubre dos cosas. Una, que lo de Trebiñu Araba da! luce muy bien en las pegatinas pero casa muy mal con la realidad. Dos, que a la hora de pagar el reino reconoce la independencia de sus vasallos. Me explico. Recientemente me he cambiado de domicilio, cosas de la vida. No me he movido más allá de 17 kilómetros ni he rebasado el perímetro exterior de mi territorio de nacimiento, Araba, pero en Lanbide se han dado cuenta de que de donde yo vengo es eso que dicen ser y llamarse Castilla y León, de forma que no cumplo el requisito de no sé cuantos años de padrón en la CAV y hasta dentro de unos meses tampoco cumpliré el de un año de padrón y toda la vida laboral en la CAV. Pero claro, es que en Castilla y León ya no cumplo tampoco el principal y número uno de los requisitos, estar empadronado en Castilla y León. Así que aquí ando yo, en tierra de nadie y en miseria propia.

Eso sí, cuando consulto mi situación, la anteriormente descrita, encima tengo que oir como unos y otros me dicen con cara de circunstancias que lo que tenía que haber hecho desde hace años es falsear mi padrón y cobrar lo que no necesitaba para asi poder tener acceso a los derechos a los que cumpliendo la ley no tengo derecho.

Yo mientras tanto sigo enviando curriculums, escribiendo artículos, intentándolo en concursos literarios, investigando archivos, sacando fotos y diciendo a todo el mundo que me encuentro que me ofrezco para lo que sea, que lo único que necesito es una fuente de ingresos y que estoy, lógicamente, presto y dispuesto a pagarla con mi trabajo sea cual sea. Hasta a Caritas he ido.

Yo mientras tanto oigo como hay quien sigue diciendo que hay que quitar los 400 para que nos coloquemos, que hay que quitar las rentas para que nos coloquemos o al menos no vengamos o nos vayamos, que hay que bajar los sueldos y aumentar las horas para que nos coloquemos, y al final tengo la certeza de que los que lo dicen si que están colocados, pero en los dos sentidos de la palabra.

 

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