Ciencias y artes, formas y fondos.

Ficha: 1ª parte Stefano Bollani (piano), Jesper Bodilsen (Contrabajo) y Morten Lund (Baterí­a); 2ª parte: Joe Lovano (saxo), Dave Douglas (trompeta), Lawrence Fields (piano) James Genus (¿) y Joey Baron (baterí­a)

Este año no va a poder ser lo de ir todos los dí­as al Jazz, la crisis, los recortes y hasta el copago lo hacen poco viable. Así­ pues empezamos prescindiendo del Gospel, cosa que según se comenta deberí­a incluso lamentar y proseguimos arrancando con el primero de los tres capí­tulos de esta operación triunfo en versión saxo en la que se ha convertido esta edición del festival de Jazz. Tres de los grandes del saxo jazzí­stico subirán al escenario de Mendi. Ya veremos quien se lleva la palma. De momento ayer oí­mos a Lovano.

Pero vamos a lo que vamos. Esto del Jazz tiene, como muchas otras disciplinas, desde el futbol a los toros pasando por el teatro, el cine, la pintura, el comic y hasta las redes sociales, su parte de ciencia y su parte de arte, sus formas y sus fondos. Como en toda disciplina el mundo puede dividirse entre los que lo hacen y los que lo sufren, padecen o disfrutan, según sea el caso. Dentro de este grupo, generalmente más numeroso que el de los actores, los hay integristas, los hay eclécticos, los hay ignorantes, los hay estudiosos, los hay hedonistas, los hay puristas. Y para que nos vamos a engañar, el mundo no serí­a mundo, sea de lo que sea, sino no existe el debate y el intercambio más o menos amigable de pareceres.

Ayer tuvimos una primera parte que no gustó demasiado a los puristas, pero que sin embargo hizo disfrutar a los hedonistas que no necesariamente tienen que ser ignorantes. Se critica de Bollani su estudiada iconostasia, su medida irreverencia y hasta su mesurada y humorí­stica ironí­a. Como si para ser bueno hubiese que ser serio, para ser grande adusto, para ser creible, formal. Y en el fondo, demostrada la capacidad técnica y el conocimiento de la ciencia, para que sea arte tiene, además de ser objetivamente buena, trasmitir, emocionar, y eso, en cierto modo se consigue también con la habilidad de sorprender.

Por otra parte, una cosa es un concierto y otra cosa un disco. Un concierto, además de un espacio en el que oir música, es así­ mismo un espectáculo. Los buenos conciertos son los que se plantean como una obra en si misma. Bollani lo hizo. De hecho tocó prácticamente todo su repertorio sin interrupción alguna. Las palmas para el domingo de ramos, debió pensar el italiano. A mi me gustó, que le voy a hacer, soy así­. La versión de Billi Jean me sorprendió gratamente, y tanto el bajista como el baterí­a me gustaron.

Luego vino el maestro, el grande con el grande, la pareja Davis Lovano o Lovano Davis. Y no diré yo que sean malos, ni peores, que no lo son, pero me quedé con las ganas de encontrar en algún punto la sorpresa, la magia. Algo más que la ciencia, que la técnica, algo más profundo que la forma impecable en que se rasga el aire con el viento. Vamos, que no me emocioné. Ya lo siento, pero soy así­. A ver si hoy tengo ocasión de acercarme a Mendi y disfrutar de la segunda de las entregas de esta trilogí­a del saxo de Jazz. Si lo consigo mañana lo cuento.

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