Cantar de Valtario. Desconocido

Tí­tulo: Cantar de Valtario
Autor: Desconocido
Origen: Reino Unido, 1994
Edición: Rey Lear. Madrid 2012
ISBN: 978-84-92403-99-8
Adquisición: Comprado en Elkar el 20 abril de 2012
Terminado de leer el 25 de abril de 2012
Mi referencia : 00096-A
Comentario:  Me gusta la literatura medieval y la clásica también. De cuando en vez disfruto leyendo leyendas o cantares, y la descripción de las gestas, desde las homéricas de la iliada hasta las más recientes siempre impresionan por su crudeza y vivacidad.

En este caso me atrajo que el texto en cuestión sea todo un premio nacional de traducción que firma Luis Alberto de Cuenca. Eso siempre da ciertas garantí­as de disfrutar de un lenguaje cuidado y respetuoso con el original. Y la experiencia vivida con esta narración me lo confirma.

El estudio previo es de lo mejor que he leido en este genero de ladrillos destinados a ilustrar la erudición del que los escribe más que a ser lo que es, por ejemplo, este: un sencillo modo de indicar la procedencia del texto y hasta de indicar las diversas opinoines que, en relación con su autorí­a existe (que es obra del monje Ekkehard I de San Gall, de otro Ekkehard, el IV, de Geraldo, que firma la dedicatoria inicial o simplemente anónimo, en cualquier caso un texto escrito en el entorno del siglo X). Todo ello de forma clara, breve y como dicen en los pueblos… sin aburrir.

El relato es épicamente clásico en todos sus extremos. Hay reyes que entregan en prenda a sus herederos, hay lealtades y deslealtades, hay fugas y encuentros y hay, por su puesto, encuentros sangrientos. Un poco de magia y, afortunadamente, muy poca piedad. Un ritmo adecuado y un lenguaje en el que prima más lo antiguo que lo anticuado.

Un libro que se lee de una sentada y poco más, pero a gusto y saboreando. Eso si uno sabe disfrutar como relato lo que el autor describió como habitual, esa sangrienta forma de arreglar conflictos que tan normal era en la época en que las armas se hací­an a mano y se usaban a mano, y en la que la violencia era, por desgracia y en su versión más sangrienta, algo cotidiano. Valga como ejemplo esta cita:

“De un poderoso tajo, en efecto, arrancó a Hanagón el ojo derecho, le rajó la sien, le desprendió los labios de la boca y le rompió seis muelas”

Hanagón entonces, como Padilla hoy en dí­a, sobrevivió a la herida”¦

Leave a Comment

Límite de tiempo se agote. Por favor, recargar el CAPTCHA por favor.