El sobrino de Rameau. Diderot, Denis

Tí­tulo: El sobrino de Rameau
Autor: Diderot, Denis
Origen: Francia, Siglo XVIII
Edición: Cátedra. Madrid, 1985
ISBN: 84-376-0517-2
Adquisición: Corresponde a un lote de libros que me dejó mi buen amigo Alberto Ocharan en Marzo de 2012 y que habré de devolver a buen seguro
Terminado de leer en abril de 2012
Mi referencia : Como no es mí­o no tiene referencia
Comentario:  Todo un descubrimiento el librito este. Como todo el mundo conocí­a a Diderot de mis años de estudiante, y de sus apariciones entre los precursores ideológicos de la Revolución francesa. Lo tení­a incluso catalogado como enciclopedista, como ilustrado, e incluso cuento en mi biblioteca con algún facsí­mil de partes de su enciclopédica enciclopedia. Lo que nunca pensé es que además y por encima de todo eso, fuese Diderot un escritor.

El sobrino de Rameau no es un ensayo. Tampoco es un relato. No es una obra de teatro. No es un tratado. Ni siquiera es un artí­culo ni un reportaje. Pero sin embargo es a la vez un poquito de todo ello, y podrí­a pasar por cada uno de ellos.

Bajo la escusa de un extenso diálogo entre el propio Diderot y el sobrino de Rameau, un bon vivant con una visión despiadadamente sarcástica y hasta mordaz de la sociedad que vive de la música y sobre todo del cuento, Diderot traza un completo cuadro de la sociedad francesa de finales del XVIII. Bueno, más concretamente de la sociedad parisina. Pero no es retrato provinciano. Muy al contrario, la categorización de los caracteres y la universalización de los temas la hacen tan válida para el Parí­s de antaño como para cualquiera de nuestras ciudades de hoy en dí­a.

La ironí­a y el sarcasmo con el que describe comportamientos y personalidades son aplicables más allá de su contexto cercano, y en cierto modo nos demuestran o bien lo moderno que se podí­a ser en el XVIII o lo antiguo que se puede resultar en pleno XXI.

Si tengo que ponerle algún pero es el exceso de protagonismo que se da a la música. Perdonable en todo caso sin atendemos a un par de cuestiones. En Primer lugar el sobrino de Rameau es músico, y el diálogo gira en gran parte en torno a los nuevos y viejos músicos de la época y a la música de la época en general. En segundo lugar, la música sirve como excusa para hablar de la sociedad, de quienes la quieren muerta y de quienes tratan de revivirla, de los que buscan “la foto” y de quienes prefieren escucharla. De la fatuo y lo profundo y de tantas y tantas cosas como tratan estas páginas.

Si tengo que quedarme con algo elegiré algunas citas que me han causado especial agrado:

Hablando del genio y del oficio Diderot escribe el siguiente diálogo:

EL.- Ese como jugador de ajedrez, es como la señorita Clairon como actriz. Tanto el uno como la otra saben de estos juegos sólo lo que pueda aprenderse.

Yo.- Sois exigente y veo que no perdonáis más que a los hombres sublimes.

EL.- Efectivamente; en el ajedrez, en las damas, en poesí­a, en elocuencia, en música y en otras tonterí­as por el estilo. ¿Para qué sirve la mediocridad en esas cosas?

Sobre el paso del tiempo:

He pasado hambre, he comido cuando he tenido ocasión; tras haber comido he tenido sed y he bebido a veces. Mientras tanto me creció la barba, y cuando estuvo crecida, me la hice afeitar.

Sobre los genios:

“No sirven más que para una cosa. Fuera de eso, nada.” “Entre nosotros, es necesario parecérseles en todo, pero sin desear que abunden”. “Lo que hacen falta son hombres; pero genios, en absoluto”. “si supiera historia, os demostrarí­a que el mal siempre nos ha llegado por culpa de algún hombre genial”.

Sobre los idiotismos que derivan de la conciencia general:

“cuanto más antigua es la institución de las cosas, mayor es el número de idiotismos; cuanto peores son los tiempos, más se multiplican los idiotismos. Tanto vale el oficio cuanto vale el hombre, y recí­procamente, al final, tanto vale el hombre cuanto vale el oficio. Por lo tanto, cada uno hace valer su oficio lo más que puede”. “Una idiotez común es creer que el que tiene más clientes es el más hábil”

Sobre los bufones:

“No existe mejor oficio, estando al servicio de los grandes, que el de bufón.” “El sabio no necesita bufón. Sí­ que el que tiene bufón no es sabio; si no es sabio, es bufón; y tal vez así­, el rey fuera el bufón del bufón”

Sobre lo que ocurre cuando se pasa del artificio divertido al discurso profundo:

“Mientras me hablaba de ese modo, la muchedumbre que nos rodeaba, al no entender nada o por interesarle poco lo que decí­a (porque, en general, tanto el niño como el hombre, el hombre como el niño, prefieren divertirse a instruirse) se habí­a retirado cada cual a su juego y nos habí­amos quedado solos en nuestro rincón”.

Lo dicho”¦ un buen libro no ya para leer, sino incluso para tener a mano y releer de vez en cuando.

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