No es una disculpa…

No es una disculpa, ni tampoco creo que pueda hablarse de culpas. El hecho cierto es que un dí­a como hoy vuelvo a mi ciudad pero dejo de vivir en mi casa. Como bien leí­ de Montaigne, y diciéndolo a mi manera, plaza que no puedes mantener, no es heroicidad defenderla, sino estupidez. Pero como en toda mudanza, y por más que uno se formula buenos propósitos, al final todo acaba convertido en un caos de cajas bolsas y enseres varios en los que va empaquetada una gran parte de tu vida. La otra se ha ido perdiendo por el camino, y la más importante está por llegar, así­ que esa no ocupa sitio aunque a menudo necesita espacio e instrumentos varios.

El proceso de empaquetar me ha tenido muy entretenido, de igual forma que ahora me mantiene entretenido el de desempaquetar. Son muchas cosas a hacer en un plazo limitado de tiempo, y nosiempre da tiempo. Menos aún si a uno le da por embarcarse en aventuras como las de organizar el botellón republicno del sábado pasado, y para más INRI anda uno enfrascado en asuntos médicos.

El caso es que entre unas ocsas y otras he dejado este mi blog prácticamente en servicios mí­nimos, pero espero recuperar la sana costumbre de escribir en el mis desvarí­os. Vamos a ver si el cambio tecnológico, que también he hecho coincidir con el de domicilio no me distraen más de lo necesario. De momento, y tal como titulo, mis disculpas. A partir de ahora viene el reto de que las disculpas no se conviertan en culpas y la vida siga su curso.

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