El eslabón perdido

Ayer estuve siguiendo con atención los sucesos de Grecia. El dí­a anterior habí­a seguido con atención las reacciones a la reforma laboral “agresiva” que el gobierno de Rajoy pretendí­a poner en marcha. La semana pasada seguí­ con atención la reforma financiera, como hace tiempo que seguí­ con la misma atención la reforma tributaria, y como seguiré la educativa, y el conflicto de Siria, y el de Libia, y la ecuanimidad de los medios europeos al tratar las primarias de venezuela y las andanzas del FMI el BCE y demás cuadrilla de agencias de calificación e intoxicadores de activos varios.

Hace meses que llevo siguiendo con atención los procesos ligados a lo que ha venido en llamarse el 15-M, como he prestado similar atención a la primavera árabe, a los disturbios griegos, al eden islandés, a la obra creppuscular de Hessel o Sampedro y a los numerosos análisis prospectivos ilusionados y hasta un punto ingénuos sobre la capacidad subversiva, en el buen sentido de la palabra, de las nuevas tecnologí­as, fundamentalmente las ligadas a la red de redes.

De todo ello percibo, y hasta concluyo de forma difusa, que existe una sensación compartida de estar viviendo las consecuencias de un abuso. Existe incluso una indignación palpable a la hora de valorar la situación en lo global y hasta en lo local. Se intuye además una cierta unanimidad a la hora de identificar a los culpables.

Es curioso contemplar como a nivel teórico son cada vez más abundantes los textos, artí­culos y manifiestos más o menos articulados, más o menos complejos que describen, teorizan y analizan lo anterior. Textos, fotos y eslóganes más o menos ingeniosos, sagaces y afilados son compartidos y circulan or doquier en las nuevas tecnologí­as y hasta en las más tradicionales en forma de arengas a pie de barra de bar, de cola de supermercado o de sala d espera de la seguridad social. A veces llega uno a tener la sensación de que este malestar con culpables identificados es unánime.

Sin embargo uno se levanta cada dí­a y ve a los mismos gobiernos haciendo las mismas cosas; los mismos bancos de siempre haciendo las tropelí­as de toda la vida; las empresas punteras del ibex 35 publicando impunemente sus obscenos beneficios cada trimestre; los partidos imbuidos en el sistema de partidos adaptando cada dí­a sus formas a los tiempos manteniendo sus fondos impolutos y aplicando la máxima aquella de que todo cambie para que todo siga igual, y al todo poderoso aparato del estado manteinendo sus inercias, manifestando de forma cada vez más abierta sus querencias y hasta recuperando sus herencias.

Así­ pues, cuando me planteo la posibilidad de teorizar yo también, me doy cuenta de que la clave no es el análisis ni el diagnóstico, ni tan siquiera la identificación del problema aparente y de sus causantes manifiestos. El quid de la cuestión es dar de una vez con el eslabón perdido; con el trozo de metal que ensamble la cadena de nuestra indignación con la revolución necesaria que todos intuims y naide se atreve a encabezar.

Existen los motivos y existen así­ mismo los culpables, pero somos incapaces de articular una alternativa. Puede que gran parte de la cuestión radique en que nos negamos a asumirnos como parte de la culpa y del motivo, y que aún no tenemos asumido que los cambios empiezan por nosotros mismo, por nuestra actitud y nuestra conducta, por la capacidad de concretar los sueños, mantenerlos cuando estemos despiertos y y tomar la resolución firme de hacerlos realidad, y eso , todaví­a hoy, choca con los sueños con los que el sistema nos ha embaucado. Y es que muchos aún seguimos identificando el sumum de la felicidad con un yate un coche de lujo, buenos restaurantes y dos o ters mansiones, y así­, mucho me temo, que estamos perdidos.

1 comentario

  • Carlos dice:

    Muy bueno Javier. Podemos empezara dejar de pagar esos impuestos injustos y no justificativos de ningún servicio, como el IBI. ¿De qué iban a vivir tanto polí­tico, sindicalista, cura, militar, etc, etc, etc que hoy nos desangran, sobretodo cuando ves cómo la corrupción está tan implantada en este paí­s que nos convierte en un paí­s absolutamente bananero a la altura de paí­ses tercermundistas? Y encima, no todos somos iguales, ja. ¿Qué recurso nos queda al ciudadano cuando NO hay justicia ante tanto despropósito? ¿Aplaudimos si la gente se empieza a tomar la justicia por su mano ante gentuza poderosa y corrupta?
    Yo lo tengo claro, nos están preparando para una nueva gran guerra: selección de gente (estamos demasiados), destruimos ciudades para volver a reconstruirlas, reactivamos la construcción y la economí­a, nos quitamos de en medio el armamento sobrante y obsoleto y volvemos a fabricar más…
    Sin más

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