El caballo de la razón.

Estaba ayer oyendo la radio cuando escuché algo que me indigno profundamente. Me indignó en lo personal y hasta en lo hipotético.

La cabeza visible de la católica, apostólica y hasta romana iglesia adoptaba como soporte de su metáfora las peculiares caracterí­sticas arquitectónicas de la basí­lica de Belen, más concretamente del acceso a lo que es considerado y presentado como tal, la gruta donde vino al mundo de los vivos que se mueren un ciudadano llamado Jesús, hijo de José y de Marí­a naturales ambos de Nazareth.

La entrada es caracterí­stica por su escasa altura y por lo que en arquitectura moderna podrí­amos llamar inaccesibilidad defensiva. El objeto de esa entrada no es otro que evitar que los hombres armados pudiesen entrar a lomos de sus monturas para saquear el templo. Si querí­an saquear lo debí­an hacer a pie, lo cual es, evidentemente mucho más humano o al menos suficientemente respetuoso con lo divino.

Armado con tal metáfora, y una vez asumido el hecho de que para entrar a ver el lugar del nacimiento habí­a que apearse del caballo ha concluido el pontí­fice que camina rompiendo puentes, que así­ debe hacer el hombre de hoy… bajarse del caballo de la razón ilustrada y deponer sus falsas certezas, la soberbia intelectual, que impide percibir la proximidad de Dios. (sic)

Podí­a haber hablado el hombre del negativismo post modernista, del nihilismo intelectual y del vací­o ético de los mercados, y hasta del hedonismo imperante en la comunicación social, pero no. Su santidad, que no la mí­a, ha atacado directamente a la razón ilustrada, esa que se sustenta en el valor de conocer y la astucia de no prejuzgar.

Como ilustrado me siento indignado con semejante discurso. Pero es que aún en el hipotético de que fuese creyente mi indignación serí­a mayor aún. Me está diciendo el jefe que tengo que ser ignorante para poder ser creyente. Me está reconociendo el jerarca que desde la razón, incluso desde su versión más responsable como es la ilustrada el asunto del que vive no se sostiene, por lo menos en su versión dogmáticojerárquicoinstitucional. Y en eso si que acierta. Su soporte, el del papado y su entorno, igual que el de la monarquí­a y la nobleza, no se sostiene. Necesita para subsistir en pleno siglo XXI que negemos nuestras certezas, y nos desprendamos de la razón y el intelecto, aun cuando este sea más modesto que sobervio.

Pues va a ser que no. Yo no me bajo del caballo de la razón ni niego lo que es cierto. Yo me reafirmo en que lo ético existe porque hay razón fundada, sea o no ilustrada, para ello, y que las creencias son, como su propio nombre indica cuestión de fe, respetable en todo caso y siempre y cuando esa fe que mueve montañas no quiera sustituir el orden y la razón de quien no la tiene e imponer su modus vivendi como si fuese el único justo posible. Y no solo lo hago así­, sino que invito a todo ser responsable a que haga lo mismo, y más aún… hasta invito a todo ciudadano libre a vivir como tal en lo que a lo social y civil se refiere, como laicos republicanos empeñados en una sociedad más justa y más libre.

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