Las treguas, más allá de un término exacto son un estado de ánimo. Son el descanso del guerrero desprovisto de marcas de género. Son el momento de aparcar no ya los problemas, los afanes y los conflictos, que esos permanecen. Son más bien el momento de aparcarse uno mismo, de hacerse a un lado de la vía y, por unos instantes ver la bida pasar desde la terraza de un bar.
La tregua es una necesidad táctica, pero también un imperativo personal. La tregua no sólo te permite reaprovisionarte y recuperar fuerzas. La tregua te permite pensar. No recuerdo ahora de quién era la cita, ni tengo tiempo para ponerme a buscar, pero venía a decir que la mejor forma de saber exactamente como va la procesión no es estar dentro, sino salirse de vez en cuando para verla pasar.
Treguas las ha habido muchas y de muchos tipos. Desde aquellas lejanas treguas olímpicas a las más recientes treguas trampa :-). Pero en este caso apelaré yo a un recuerdo cogido a la carrera. Corriendo que íbamos por la acera mientras avanzaba por la carretera el ulular de las sirenas azules de los furgones grises o marrones, a tanto no llega mi recuerdo porque lo tengo en blanco y negro, se oyó por el megáfono la voz del agente al mando que decía algo así como:
Disuelvanse!!!
Disuélvanse!!!
Señores, por favor, que es Navidad!!!
Puede que fuese viernes santo… pero lo mismo da, es lo que tienen algunos recuerdos que se centran en el concepto y dscuidan los detalles. El pobre reparteporrazos no acababa de entender como le hacián dar hostias en fecha tan señalada sin ser cura. Y yo tampoco.
Por eso, por encima de los diarios avatares, no estaría de más tomarse una tregua estos días. Yo por mi parte me quedaré tan sólo un poco de ironía y todo el buen humor de que sea capaz para sentado en la acera ver por unos días el mundo pasar.
Nota: El concepto original, lo de no felicitar el 12 sino el 13 se lo debo a la inspiracón de Alvaro Ortega, músico ilustrador y buen amigo
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