Perversos del servicio

A veces en Twitter se cuelan mensajes que nunca serán TT aunque debieran serlo. Son frases de esas que te descubren una situación humana y personal por la que has pasado en muchas variantes. Situaciones que te arrancan una sonrisa al recordarlas pero que en su dí­a te supusieron un trastorno. Hoy me ha ocurrido cuando he leido un tuit de Carlos Lamarca, conocido en twitter como @Biskarret:

Qué divertido estar meando en el bar de la esquina, se apague la luz y el interruptor en la otra esquina

Ha sido leerlo y venirme a la mente todas esas situaciones por las que uno ha pasado a lo largo de su vida al ir a cubrir necesidades urgentes en los establecimientos hosteleros que en el mundo son y uno ha visitado. Muchas de ellas, del tipo de la descrita arriba, tienen que ver con la ergonomí­a, con la usabilidad y si se me apura hasta con la falta total de empatí­a que demuestran interioristas, arquitectos, diseñadores y gremios varios cuando se ponen a construir urinarios. Son los perversos creadores de los servicios imposibles apoyados en las tecnologí­as inadecuadas o simplemente mal implementadas.

Me refiero al que coloca un interruptor temporizado fuera totalmente del alcance de la mano que uno puede soltar mientras está meando. Me refiero a la prisa que se tiene para ajustar el temporizador y comprobarlo, haciendo que uno se plantee qué tipo de micción a presión y chorrito intenso pero breve tení­a el condenado que programó ese tiempo imposible. Me refiero como bien apuntaba @Biskarret al incapaz que pone un temporizado cuando podrí­an haber puesto un volumétrico. Saludas con la mano libre y hops! va la luz y se enciende. Me refiero al jugador de basket metido a coloca urinarios que nos pone en salvajes aprietos a la gente normal, o sea a los bajitos. O tod0 lo contrario. Al operario bajito que por no subirse en una banqueta te hace mear practicamente de rodillas. Al que primero pone el escalón y luego el cartel para distraerte y hacerte pegarte un tropezon mientras terminas de leer aquello de cuidado con el escalón.

Ya se que puede parecer una tonterí­a, pero es en estos pequeños detalles en los que se delata la falta de gusto por la excelencia; la falta de cariño por el semejante que puede incluso ser uno mismo; la falta de cuidado en los detalles que puden parecer insignificantes pero que a uno en su momento le resultan cruciales. Y todo ello con el agravante de que a menudo no es una cuestión de tiempo ni de dinero, tiene más que ver con el esmero y dejándonos de romanticismos, con algo tan simple y a menudo poco frecuente como la profesionalidad. Luego nos quejamos de que la gente se mea fuera, (que tambí­en los hay y más de los que parece), pero es que a veces, en este y en otros muchos temas, te ponen tan difí­cil ser cí­vico que parece que buscan lo contrario.

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