La normalización sostenible y el emprendizaje vasco

Parece que por fin caminamos en paz hacia la normalización. Lo de que lo hagamos en armoní­a y lo que cada uno entiende por normal es otra cosa. En cualquier caso si que parece normal que asistamos de aquí­ a no mucho a la legalización de alguna estructura organizativa para un colectivo que agrupo a una de las cuatro potencialidades electorales báscias del paí­s, y eso tendrá, además de las consecuencias de las que los politólogos ya hablan, un par de ventajas añadidas para el paí­s: la normalización redundará en la sostenibilidad del paí­s, y el emprendizaje vasco verá despejado un factor de incertidumbre que de un tiempo a esta parte le tení­a preocupado.

Lo de la sostenibilidad, entendida como la aplicación práctica de un consumo responsable esta claro. Con la cantidad de procesos electorales que hay en este paí­s, verse obligados en cada una de ellas a consumir tintes industriales, papel y fungibles varios, pegatinas, mecheros, gorras, llaveros, pines y calendarios y tirar los anteriores como mí­nimo una vez y en varias ocasiones hasta dos o tres resultaba insostenible. Sin ir más lejos este mismo año hemos gastado los ocres de sortu, el verde de Bildu y ahora vamos por el azul de Amaiur. Atrás queda el blanco y negro de HB, el amarillo de EH, el rojo del PCTV, la estrella de ANV y el arcoiris multicolor de las plataformas municipales, forales, vascas, estatales y hasta europeas. Todo un despilfarro en papelerí­a y demá atrezzo de la imagen de marca que confiemos en que quede desterrada. Eso por no hablar del desdoblamiento mental y el cuidado con que más de uno debe elegir la tarjeta de visita que entrega o el papel membreteado que usa en función de si habla como miembro de su partido, o de la coalición uno, o de la dos, o del foro tres o el documento cuatro o la plataforma cinco, seis o siete.

Lo del emprendizaje tiene también su vinculación clara. Por un lado, y estando como estamos en momentos de crisis que requieren de todo nuestro esfuerzo creativo, liberaremos a muchos de nuestros creadores del agotador esfuerzo de diseñar una tras otra marcas logotipo y desarrollos corporativos de identidades disueltas a golpe de carnet de identidad. Pero más importante aún, posibilitaremos que las iniciativas emprendedoras vascas puedan tener nombres vascos. Y es que al tren que í­bamos, cualquier emprendedor llevaba camino de volverse loco en idas y venidas al registro para poner un nombre a su idea. Ni conceptos, ni montes, ni rí­os… todo pillado y gastado en el pulso entre los abertzales radicales y los radicales defensores de la ley de partidos…

Gracias a dios, sabe quien, todaví­a nos quedan nombres con los que emprender historias más positivas y fructí­feras, y nuestro imaginario dispone aún de claves para convertirlos en marcas. Dejemos a los bosques en paz y usemos de una vez los papeles que tenemos…

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