Igualdad de oportunidades (II)

Ayer hablaba en términos más digamos sociales, sobre la igualdad de oportunidades, y hoy tendré que hacerlo en términos más, digamos personales. Lo cierto es que al nivel de las reflexiones unos y otros términos terminan por juntarse en uno mismo y sus circunstancias. Pero dejémonos de circunloquios y vayamos al grano…

Llevo unos meses que para mi empiezan a ser demasiados ocupado en una ocupación de la que casi nunca me he ocupado porque raramente he estado desocupado, y así­ me va. Me refiero a aquello de buscar trabajo, ocupación en la que carezco totalmente de experiencia. Afortunadamente hasta este momento los trabajos me habí­an buscado a mi. Desgraciadamente ahora que soy yo el que los busco o no aparecen o me esquivan, y encima, para un anuncio que nominalmente parecí­a un puesto acorde a mi curriculum e incluso adecuado teniendo mi trayectoria más reciente, no ya es que no me lo dieran, es que ni siquiera me llamaron.  Luego leyendo la prensa me lo expliqué todo. Bueno, casi todo. Porque ya que hablamos de ello diré que me preocupa que haya oido hablar de todos los involucrados menos del que a mi juicio juega un papel más dudoso en este asunto, me refiero a la empresa de selección que se encargó del proceso. La que puso los anuncios en el correo (a buen tamaño), la que puso los anuncios en su web y luego los quitó rápidamente. La que ignoró totalmente curriculums como el mí­o y como algún otro que posiblemente mejor que el mí­o se animó a presentarse. Ignoro hasta que punto siguió las directrices, pero creo que existen motivos más que suficientes para considerar que cuando menos ha sido un colaborador necesario en un proceso ciertamente irregular, y eso cuestiona, más allá de la ética, la profesionalidad y confianza que en ella se puede depositar, especialmente si de procesos relacionados con lo público se trata.

Pero volviendo a lo de la igualdad de oportunidades, vivimos los parados en una paradoja similar a la que describí­a ayer, y que básicamente se enuncia como que el que más tiene y por tanto menos debiera necesitar es el que más facilidades tiene y viceversa.

Cuando uno está parado es invitado, por la propia personalidad y hasta por la ajena sociedad, a emplear su tiempo en algo productivo, y básicamente son dos las cosas en las que se le recomienda a uno que emplee su tiempo: búsqueda y formación.

Entonces va uno se arma de voluntad, se pone a ello y mira tú, resulta que a nadie se le ha ocurrido pensar que si buscas trabajo es porque lo necesitas, lo necesitas porque no lo tienes y si no lo tienes lo que habitualmente tampoco tienes son ingresos.

Las plataformas gratuitas, del tipo del Inem o sus lanbides posteriores son gratuitas, pero tampoco solucionan casos un tanto especiales como por ejemplo el mí­o. Cuando miras servicios on line te encuentras con que para ver y acceder a ofertas “premium” tienes que pagar. Empezamos bien.

Si vas a fomarte resulta que ocurre más de lo mismo. Los cursos on line u off line, en llegando a ciertos niveles (ya siento ser licenciado y tener que dedicarme a buscar masters y posgrados en general), tienen unos precios que un parado sin demasiados ingresos es dificil que se pueda costear. Y no hablo ya de los correspondientes a grandes y prestigiosas universidades privadas. Las públicas no se quedan atrás, y hasta la UNED tiene como oferta de las ofertas uno en el entorno de los 800€. Los demás andan por los 1.200 o más. Hay oportunidades de formarse gratis, ya lo sé, pero tienen algunos inconvenientes. Por ejemplo no facilitar el acceso a titulación alguna, y volviendo al principio de este apunte, las empresas de selección entienden, como dije en su dí­a, más de recursos que de humanos. Lo que no está certificado no existe. Tu cabeza es algo que se pierde en el espacio y se oculta bajo la realidad infranqueable de los papeles que certifican lo que está certificado que deberí­as saber. Allá tú con lo que sepas o dejes de saber… De manera que en tanto que el saber ocupe lugar en tu cabeza pero no en tu carpeta convertido en titulo o certificado nada que hacer.

Y digo yo que en muchos casos tendrí­a que haber una doble tarifa. Yo no puedo pagar con dinero pero tengo muchas otras cosas que aportar. ¿No puedo pagar con ellas? ¿De que sirve todo lo aprendido si por mucho que lo ponga en valor no tiene precio en la más literal de sus acepciones?

¡Cómo echa uno de menos en momentos como este que se materialicen aquellos eslóganes que todos hemos gritado alguna vez… educación pública, libre y gratuita! por lo menos para el que no la pueda pagar…

En fin, ya más desahogado seguiré leyendo y escribiendo, eso de momento lo puedo hacer sin que me cueste demasiado, mientras encuentro la oportunidad que busco.

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