Igualdad de oportunidades (I)

Cuando uno se enzarza en esas eternas discusiones sobre lo que son las izquierdas, las derechas y el sum sum corda, hay puntos en los que las nubes se apartan y se hace la luz. Uno de ellos es lo que unos y otros entienden y entendemos como igualdad de oportunidades.

Lejos del igualitarismo beatí­fico y buenista está el concepto real de igualdad de oportunidades. No es ese igualitarismo que quiere presentarse como útópico cuando es en realidad irreal y posiblemente poco deseable. Todos somos diferentes. Por eso somos individuos y hasta individuas. Todos tenemos distintas motivaciones, distintos intereses, y, por qué no decirlo, incluso distintas ambiciones. Pero todos tenemos que ser iguales en un punto, el de la salida. Habrá a partir de ahí­ quien se conforme con menos y  lo disfrute por otro lado. Habrá quien tenga mayores aspiraciones y esté dispuesto a asumir su coste en dedicación y sacrificios. Lo mismo me da que se me hable de un deportista que de una escritor. Dejo en medio a todo el resto de gremios que en el mundo son.

Lo que buscan o deben buscar las izquierdas es evitar que, por poner un ejemplo, si quiero llegar a ser el máximo cargo de un estado no tenga las mismas oportunidades si me apellido Vegas que si me apellido Borbón. Yo tengo que hacer una revolución y a él le basta con cumplir años. Pero lo mismo ocurrirí­a si, aún siendo republicanos, bien por educación, bien por oligarquí­as bien por contactos o reverencias varias lo tuviese más fácil si, y volvemos a los apellidos, me apellidase Gonzalez, Aznar, Calvo Sotelo, Rajoy o incluso Zapatero, que el tiempo lo caba borrando todo para algunos. Un sistema que reedita el juego de franquicias que son las herencias no es un sistema justo. No al menos para los que entendemos que la justicia se basa, como vengo dicendo en estas lí­neas, en la igualdad de oportunidades.

Las clases dirigentes, sea en el terreno que sea, asumen de facto que si hay algo que perdura como cierto de la vieja polí­tica del XIX es que las clases, como las brujas, haberlas haylas. Por eso crean sus clubes, por eso tienen sus colegios, por eso veranean en los mismo sitios y esquí­an en sitios parecidos. Juntos se acuestan y juntos se levantan, y al que viene de fuera se le pone en cuarentena hasta ver si algún socio le acepta y sobre todo, si él mismo se adapta y se trasmuta. Y si no al arroyo, del que nunca debió haber salido.

Esto que puede parecer muy etéreo es sin embargo muy práctico.

Pongamos por ejemplo una contienda electoral. Los medios públicos reparten su espacio en base a la representación anterior. Los nuevos no caben, y los que ganaron tienen los que más espacio. ¡Ole la igualdad de oportunidades y ole la leyenda urbana de que el sistema se puede cambiar desde dentro! ¡Desde muy dentro debe ser y para aplicar aquello de cambiarlo todo para que todo sigua igual! Eso le está pasando ahora a Equo como antes le pasó a izquierda unida. Ojo, que los medios privados hacen lo mismo si es que no lo hacen igual. Bueno puede que con otros intereses pero en lo básico no hay gran diferencia.

Pero para el que piense que todo lo llevo al terreno de la polí­tica, fijémonos que con el futbol, sin ir más lejos pasa igual. Los que más equipo tienen ingresan más dinero porque les ve más gente por que tienen mejor equipo. Como ingresan más pueden gastar más y seguir por los siglos de los siglos teniendo mejor equipo e ingresando más… ¿para jugar con quién? Y eso que más da, cualquiera puede ganar un partido… si, como david a goliath, en todo lo larga que es la biblia un caso, y en la historia pues a ver…

Ahora, y vuelvo del futbol a la polí­tica, cada cita electoral se convierte en un pulso doble. De una parte el de los eqeuipos que todo lo acaparan pr ver cual de ellos es campeón. Por otro el de los “modestos” por conseguir demostrar cual es, a pesar de lo desigual que es el sistema, su fuerza como contrapoder.

Quedarí­a una tercera cuestión, y es también una lucha entre poderes. El poder de los grandes y tradicionales medios de comunicación libra su particularbatalla contra todo este aglomerado de medios que llamamos redes sociales. A mí­ me da que ni siquiera este es un combate limpio, y básicamente lo digo por dos razones. La primera es que la ilusión y el voluntariado no siempre son suficientes contra los gabinetes, los expertos y hasta los machacas contratados y llevados por una mano diligente y dirigente. La segunda es que ellos, los grandes tienen claros sus objetivos, y el primero es que estos sean pocos para que los esfuerzos no se dispersen, y puestos a reducir ellos solo tienen uno, ganar y perpetuarse como clase. Frente a ellos, el ejército de los voluntarios ilusionados tiene tendencia a dispersar sus objetivos y distraer sus esfuerzos… Pero aún así­ veremos tanta indignación latente como se materializa frente a los que la han causado, las clases dirigintes y los aparatos que ha creado, partidos, instituciones y  medios. La respuesta de aquí­ a 20 dias.

Leave a Comment

Límite de tiempo se agote. Por favor, recargar el CAPTCHA por favor.