Los toreros son de otro mundo

Cada vez que un torero sufre una cogida, cada vez que se recupera y vuelve al ruedo, en boca de muchos tertulianos, cronistas taurinos y gentes del mundo del toro en general surge la frase que encabeza este post.

Pero no es ese el uso que voy a darle en este post. La voy a referir más bien a ciertos comentarios “jocosos” que aparecen por doquier cada vez que un torero sufre una cogida. Y voy a intentar hacerlo sin entrar al taurodebate más que si se quiere de forma colateral.

Me llama poderosamente que muchos que dicen defender la dignidad animal, que hablan del sufrimiento del toro, que hablan de su estress, de sus conflictos mentales y de su derecho a una vida digna muestren tamaña insensibilidad y hasta regocijo ante las lesiones del torero. Digo yo que al menos como animal se merecerí­a el mismo respeto que el toro. Se me dirá entonces que el torero es un asesino y que el toro se defiende. Pero el toro tiene un concepto muy peculiar de lo que es defenderse. Para comprobarlo invito yo a cualquiera a que se acerque en la dehesa a un torito bravo con ánimo de acariciarlo. Me refiero a que si el torero (ya veremos si es hombre o no) se comporta de modo asesino, el toro en si mismo no ha pasado por el seminario ni se ha afiliado a ninguna ONG.

Me llama poderosamente la atención que quienes cuestionan el derecho que tiene el torero a matar al toro jaleen al toro cuando consigue o está cerca de matar al torero. Con esta postura ponen de manifiesto que están en contra de una parte y no en contra del todo. A partir de ahí­ que cada uno elija su bando, y yo, por la parte animal que me corresponde, elijo la del hombre, mi género humano.

Me sorprende que muchos de quienes están en contra de los toros y en contra de la pena de muerte consideren sin embargo en este caso que el animal está legitimado para defenderse matando. Si lo hiciese un polí­cí­a o un americano de los de la asociación del rifle posiblemente pondrí­an su grito en el cielo. Pero si lo hace el toro y la ví­ctima es el torero tal parece que ya no hablamos de hombres, ni tan siquiera de animales.

Yo respeto profundamente a quienes opinan que el toreo es una salvajada, una animalada, una barbarie.  Les respeto tanto como discrepo de ellos, no en todo pero si en bastante en lo que a este tema se refiere. En parte les respeto porque en parte tienen razón, lo del toreo es algo que nos recuerda como humanos nuestra naturaleza animal, y eso, a pesar de Walt Disney, significa una cierta esencia salvaje, animal y bárbara. Una naturaleza cruel en la que se vive y se muere, en la que tan naturales como causa de la muerte son las agresiones de los bichos pequeños, virus bacterias o microbios en general, que las de los bichos grandes, depredadores y agresores varios más o menos defensivos. En parte también les respeto porque yo también creo en que es posible un mundo más dulce, empeño en el que andamos ocupados algunos humanos, pero que choca habitualmente con la esencia asentimental de la naturaleza de la que por cierto formamos parte.

Lo que no respeto tanto es a quienes se ponen a la altura de las fieras para defender el derecho de las fieras a ser tratados como humanos mientras ellos tratan a los humanos peor que a las fieras.

Señor Padilla, recupérese pronto y vuelva a este mundo, es tan suyo como nuestro. ¡Suerte maestro!

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