De arroces y ladrillos

Que listo es el sistema, vive dios (sabe quién). Todos fijos en el arroz de la boda ducal y mientras tanto toma un ladrillo detrás de otro.

Nos hacen discutir que si la duquesa es tonta (que teniendo lo que tiene ya me gustarí­a serlo a lo mi si se da el caso). Que si el funcionario tiene mucho morro. Que si los hijos de duca, digo duquesa, tienen o no tanto o más morro que el marido de la que literalmente y a fecha de hoy realmente es la que tiene morro. Los tertulianos otrora polí­ticos son ahora, al abrigo de los premios nobel expertos en medicina, y nos contagian sus especulaciones sobre el ciclo de maduración de la baricela…

Se mire como se mire nos hacen mirar el arroz que cae sobre los novios, las tiritas de la novia e incluso, en un gesto de socialización del triunfo del amor sobre la edad y las matemáticas o  la lucha de clases, que según parece lo mismo da, nos informan con detalle sobre la personalidad y circunstancias de la destinataria del ramo. ¿La más adecuada? ¿La más idónea? Y el caso es que si una cosa está clara en esta boda es que los que la contraen son, y especialmente en este caso, mayorcitos para hacer con su vida lo que quieran.

Pero el caso es que mientras miramos el arroz, y su blancura ciega nuestros ojos al contraluz… por uno y otro lado nos van entrando los ladrillos de uno en uno.

Va el presidente en funciones de presidente, y sin que nadie se entere se va a Bruselas y se vuelve con un escudo bajo el brazo. ¿El escudo averno? ¿El de hércules? Nooooo. Mucho mejor, el escudo de las galaxias que surgió de la mente de Bush el chico (el atragantagalletas) y servirá para enriquecer las arcas de los aglomerados industriales americanos. Pero es todo un negocio. Ni Berlanga lo hubiese filmado mejor. 1.000 americanos con sus mujeres e hijos se irán a veranear en Doñana mientras esperan unos misiles que no vendrán. Vendrán eso si sus mujeres, y su niños. sus chachas no. Para eso está Gracita Morales y su descendencia. Y el buen José Luis, el Lopez Vazquez volverá a ser mayordomo, y saldremos de la crisis a golpe de hello, mister y poco más.

Digo yo si no serí­a mejor que el presidente se involucrase en la campaña. Así­ por lo menos tienes la tranquilidad de que no anda por ahí­ confundiendo recortes con escudos, ni jugando a la guerra de las galaxias III después de haber perdido en la alianza de las civilizaciones II.

Su ministro y portavoz, con apodo que nos traslada a la italia del neorealismo inspiradora de la españa de berlanga y pandereta, detiene el coche oficial en una gasolinera para charlar así­ por charlar. Los de las cajas se van con nuestros ahorros y con los suyos, y como lo han hecho tan mal lo pagamos todos y ya está. Los de los trajes siguen a lo suyo, los obispos andan que no saben si pacificar o seguir beligerantes, pero esperan confiados que el final de la crisis traiga el renacer del nacional catolicismo. De la SGAE ni hablamos, ¡pero es que aquí­ no se salva nadie!

Si al final… bien pensado, va a resultar que la duquesa y el funcionario son de lo más presentable que tenemos, y que lo más inteligente es seguir hablando del chaqué y del brocado, y pensar que es natural que quien tanta cuna tiene se pegue un buen bocado de angulas y caviar.

La duquesa, el funcionario y nosotros al arroz, y ellos al ladrillo, los que están de campaña, los que nos han dejado apañados y los que nos lo quieren dejar tanto o más, eso sí­, con la conciencia limpia y dios (el nuestro) de cara al sol y de espalda a la media luna. Y encima, el único que podí­a salvarnos, el de las ipods y las ipads, se nos va sin inventarles a sus fans las ipeds, las ipuds y las ipids…

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