Mercedes, ven…

Bueno, pasado el lapsus festivo recupero mi costumbre de acudir a esta cita cada dí­a. Se que vengo con retraso, pero como el tema aún colea, espero que el retraso me lo perdone el que lo lea.

El viernes pasado se consumó la derrota mientras se celebraba la victoria. Esa Nova Victoria quae vincebat yace ahora al pie de los teutones mientras los nuevos montehermosos cantan en sus palacios aquello de y ven, y ven, y ven, y ven mercedes y ven. Y la merceditas juega con maestrí­a su innoble papel. Se deja querer mientras mira al suelo tí­mida y frágil, y al mismo tiempo entra en la cocina y se pone echa una hydra y agita su cabeza lanzando órdenes y repartiendo desplantes.

Entre el servicio hay quien cree más oportuno emular a los franceses y cortar la cabeza a la mercedes. Hay quien más sensato prefiere devolverla a su lejana germania y hasta dejarle que se lleve su buena estrella, pero nada más. Hay quien vive a gusto en los sotanos del palacio y no tiene interés por remover las puertas ni cambiar sus mandiles por las levitas de los de los salones. Estos ganan. Son los juiciosos. Los que conseguirán mantener en pie los edificios palaciegos sirviendo ellos mismos de cimientos.

Arriba el panorama es más glamouroso pero igual de patético. Todos andan intentando ser a cual más solí­cito lacayo de la noble merceditas, y pugnan en ser los mayores donantes de regalos y sonrisas mientras disculpan a los lacayos dí­scolos y ensalzan a los sumisos. Al final, abrumada por tanto obsequio, la buena merceditas dice, al tiempo que se retira, aquello que en voz de terminator suena a mal presagio y en boca de merceditas a impresionante regalo: volveré.

Y volverá, en efecto, dentro de unos años, a pedir más lacayos y más sumisos, y a pedirlos con tal arte, que de nuevo todos los nobles y afamados provincianos, y hasta sus vecinos, cumplirán con creces sus deseos, afearán a los dí­scolos y compensarán con prebendas y regalos otro ciclo de años hasta la vuelta.

En este cuento, unos acaban felices, los infelices, y otros se comen las perdices. Las perdices que han cazado los infelices en las tierras de sus amos nominales. Los de verdad viven cada vez más lejos en todos los sentidos.

Este cuento además no tiene final. Cada final es un principio, y no tiene un solo protagonista, la mercedes, sino varios. Y todos vienen y obtienen sus regalos en carne y en especies, y así­ siguen, unos con su estrella y otros con sus michelines mientras nosotros tan contentos seguimos atendiendo sus fogones.

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