Metapolí­tica 2.0

Ya dije algo de esto a cuenta de la tendencia de los polí­ticos a usar las redes sociales en modo Corrillos 2.0. Por supuesto que no hablo de todos, pero si que es sintomático del uso que algunos hacen de ellas. Lo que más finamente podrí­amos denominar “Metapolí­tica 2.0”.

La Metapolí­tica, es el vicio de derivar la discusión polí­tica a cuestiones referidas a la praxis y organización polí­tica. Lejos del fin último de la polí­tica que debiera volcarse en la solución de los conflictos ciudadanos y en la trasformación o conservación del orden social, los polí­ticos se enzarzan en cuestiones puramente propias. Sus organizaciones, sus instituciones, su presencia, su ausencia. En definitiva, cuestiones que a ellos atañen, conciernen e interesan. La solución de los problemas finales decae en beneficio de la creación de problemas virtuales o simplemente de la traslación al público debate de lo que nunca debiera pasar de ser un debate si acaso paralelo e instrumental. Ahora esta tendencia se viene trasladando al entorno de las redes sociales.

Normalmente defiendo que la capacidad de cambio de las tecnologí­as es mucho menor que la de las actitudes. Pero en esta ocasión, no estoy tan seguro.

Por un lado es cierto que la metapolí­tica 2.0 hace más visible este fenómeno, pero bien es cierto que esa visibilidad, que además convive con otras realidades existentes en las redes, la hace más evidente y más descarnadamente incomprensible. En este caso la cercaní­a que proporcionan las redes sirve precisamente para poner de manifiesto la lejaní­a de algunos debates y algunas concepciones.

Por otro lado, esta visibilidad, y la posibilidad de terciar en el debate hace que la metapolí­tica a veces salte por los aires y vuelva a la esfera primigenia, la de la Polí­tica.

Un tercer elemento que apunta ciertas perspectivas de cambio es la propia naturaleza de las estructuras polí­ticas tradicionales y su capacidad de adaptación al medio.

Al final muchos cambios devienen de procesos dialécticos entre distintos grupos de poder. Tradicionalmente en el mundo de la polí­tica, tal como hoy la conocemos, ha habido una tensión dialéctica entre los aparatos de prensa y organización. Unos y otros aspiran a controlar el partido. Los unos por la ví­a de la relevancia pública y la definición de los mensajes, y los otros por la ví­a del control de los órganos internos y consiguientemente de los itinerarios de promoción y acceso al poder. Los aparatos de organización tienen una máxima que se resume en una palabra “control”. La unicidad de los mensajes les preocupa más que la rapidez, la trasparencia, la capacidad de análisis crí­tico y, por supuesto y por encima de todo de la discrepancia. Los aparatos de prensa intentan también controlar el mensaje, establecer los portavoces, adiestrarlos y garantizar el comportamiento orgánico en términos de comunicación del conjunto de la organización.

Pero en este entorno se ha colado un tercer elemento… una mezcla de tecnologí­a y humanidad. La tecnologí­a brinda al polí­tico un medio de comunicación autónomo y dificilmente controlable. Ahí­ empieza a funcionar su persona, bien como ego incapaz de estar callado bien como convencido que quiere trasladar su pensamiento y su opinión. Por otra parte, el desarrollo profesional de la comunicación, y la creciente importancia de los canales que aportan las nuevas tecnologí­as, introduce en el panorama nuevos perfiles profesionales, a menudo ajenos a los aparatos tradicionales de prensa y organización. Inicialmente despreciado por estos, (el chico ese de internet), la creciente imbricación entre medios nuevos y tradicionales (la prensa se alimenta de las redes y viceversa) ha hecho que su papel sea cada vez más importante, y que supongo yo, sean vistos ahora con recelo por las esferas tradicionales dentro de sus estrategias de control.

En los últimos dí­as hemos tenido un par de muestras evidentes de este fenómeno.

El caso de la ida y venida en la votación del Consejo de Administración de RTVE para aprobar de facto la censura previa de la información es significativo. Surgida la noticia salta la alarma, y, sometidos a la pregunta directa, nadie puede racionalmente estar de acuerdo. Y así­ se manifiestan algunos ilustres polituiteros, sean de nivel más o menos local o estatal. El resultado. Frente a una decisión posiblemente meditada y adoptada en los estamentos tradicionalmente habilitados para ello dentro de los partidos se ven obligados a recular y dar marcha atrás, lo cual por otra parte redunda en aumento de credibilidad de los “versos sueltos”.

El más reciente caso de la intervención de @GonzalezPons denunciando una presunta manipulación de RTVE es igualmente sintomático de este proceso de cambio. Se denuncia algo sin demasiados argumentos, como se harí­a en un medio amigo o en una rueda de prensa sin preguntas. Se denuncia algo que a su vez pone de manifiesto como nuestros metapolí­ticos están más preocupados por contar segundos y ver fantasmas que por ocuparse, por ejemplo, de los mercados. Pero es que el desarrollo del debate, por llamarlo de alguna manera es a veces incluso delirante, pero en todo caso muy ilustrativo. Todo un portavoz debatiendo en público con una marca, en este caso @24h_tve. Pidiendo eso sí­, que se identifique. El resultado… por una parte lamentable, un alubión de insultos. Por otra parte edificante y por otra parte ilustrativo.

El resumen… los polí­ticos en versión suelta y libre, o con un asesor personal en redes un poco “cachondo” y muy independiente son realmente un peligro… para sus organizaciones. Bien harí­an estas en tomarse más en serio a los nuevos canales de comunicación si quieren seguir manteniendo su poder y sobre todo su “modus operandi”.

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