Troy Davis, 2 x 2

Lo de Troy Davis es, una vez consumada la ejecución, la historia de un doble crimen y un doble error.

Hubo un crimen que sucedió hace 22 años. Policí­a blanco muere, chico negro es detenido, enjuiciado y condenado. Ni más ni menos que nueve fueron los testigos que lo identificaron. Perdón, que dijeron que lo habí­an identificado, porque luego se retractaron.

Ha habido un crimen hoy cuando ese chico que ya era cuarenton ha sido ejecutado.

Puede que fuese un error condenarlo.

Pero en todo caso, fuese o no culpable, es un error ejecutarlo.

Esos son los errores gordos, los crí­menes gordos. Los errores pequeños y medianos son inumerables, y los crí­menes también lo son.

Es un error considerar un agravante en el error de este caso la circunstancia de que la sentencia pudo estar basada en un error. Es un error de bulto porque más allá de las bases de la sentencia, el error es la condena. Nunca estuvo mejor traido llamar a esa condena pena de muerte, porque es lo que es, una pena, una lástima, una desgracia. Se sea o no culpable es lo mismo, de lo que hablamos es de si el castigo es condenable o no, y soy de los que creo que lo es.

Es un error criminal mantener un sistema en el que el testimonio de testigos puede ser suficiente. Recuerdo yo hace años haber visto en los albores del ví­deo interactivo (aquello que se hací­a combinando un videodisco laser y un pc con una triste tarjeta EGA o VGA) en TIME, una feria que anualmente se celbraba en Londres, un ví­deo que proponí­a un ejercicio simple. Se invitaba al espectador a que observase una secuencia. Se trataba de un plano subjetivo en la que adoptabas el punto de vista de alguien que camina por una calle transitada. De pronto, frente a ti, aparecí­a un individuo, le pegaba el tirón al bolso de la señara que te precedí­a y desaparecí­a saltando entre los coches. Como quiera que estabas en tu camino te amenazaba a ti también. Fin del ví­deo. A continuación el juego seguí­a en comisarí­a a donde acudí­as de testigo. Por medio de preguntas simples y dibujitos sencillos ibas rellenando tu declaración. Caracterí­sticas fí­sicas del agresor,  ropa, arma que portaba, etc. Una vez completada el sistema obtení­a un retrato robot del delicuente basado en tu declaración, y con el retrato presente se repetí­a la secuencia y se te iban indicando los errores que habí­as cometido. Eran muchos. Y lo eran en un entorno cómodo y tras una llamada de atención. Yo personalmente una vez visto aquello decidí­ que mi único testimonio nunca deberí­a ser suficiente para una condena.

Es un error llenar páginas y páginas con estaejecución y condenar a un breve de contraportada la ejecución por decapitación (que le corten la cabeza a uno con un sable) “de un ciudadano de origen sudanes acusado de brujerí­a en Arabia Saudí­”. Y más error aún hacer que esta noticia comparta contra portada con otras del tipo “dos estadounidenses se van de fiesta con el cadaver de su amigo en el coche”, “1.200 jugadores de baloncesto disputan un partido de 46 horas en argentina”, “subastan por 4.016 euros un maletí­n y ropa del dictador italiano Benito Mussolini” o “Más de 4.600 futuros violinistas profesinales tocan al uní­sono en Taiwan”. Si es triste que se ejecute a un acusado de asesinato, más aún me lo parece que en pleno siglo XXI se le corte la cabeza con un sable a un ser humano por un delito de brujerí­a.

Es un error que volviendo al negro americano, su presidente, americano y negro, diga por boca de su portavoz que “No es apropiado para un presidente de Estados Unidos intervenir en casos especí­ficos como éste”. Pues que intervenga en uno menos especí­fico, que se yo, que abola la pena de muerte en su paí­s y que invada Arabia Saudita, China, Irán etc. para imponer una norma basada en el sentido común.

Es un error alimentar la ilusión de una familia destrozada con la promesa de que podrán acudir a ver en directo el destrozo de otra. Y me refiero a la mujer. La pobre ví­ctima capaz de decir cosas como que “En esta tierra tenemos leyes, esto no es el caos. No estamos tratando de matarle porque nos dé la gana. Se le ejecuta porque ha sido condenado”. Con su pan se lo coma, y es que, en cuestión de justicia, las ví­ctimas tienen siempre la tendencia (comprensible por otra parte) a convertirse en victimarios, y reclaman la venganza que el cuerpo les pide más que la justica que la sociedad necesita. Y eso pasa aquí­, en Pernanbuco y en Sebastopol. Es un error dejar opinar a las ví­ctimas más allá de sobre lo que precisan para seguir viviendo y para superar su traumática experiencia sin que eso suponga generar nuevas exeriencias traumáticas.

Es como decí­a un doble crimen, que además en este caso parece ser que ni siquiera tiene más relación que la circunstancia de que uno de los criminales estaba cerca del lugar donde se produjo el otro. Y es un doble error. Cometerlo, y no abordarlo en su totalidad. Así­ encuentren el desasosiego de por vida los que de forma activa han contribuido a este crimen, llámense verdugos, jueces, fiscales, gobernadores, presidentes y … viudas.

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