Economí­a familiar

Publicado en Diario de Noticias de ílava el 20 de septiembre de 2011

Dentro de la gran familia de cosas que carga el diablo están las metáforas. Nuestros jerarcas grandes, medianos y chicos, como los rí­os, van a dar a la metáfora, que es el morir. Y allá que va el señorí­o de sus declaraciones dispuesto a se acabar y a consumir nuestra paciencia.

En tiempos de crisis nuestros dirigentes usan una socorrida metáfora para justificar recortes en nuestros beneficios e incrementos en nuestros gastos, lo que como es fácil de entender supone menos servicios y más impuestos. Nos dicen entonces que tratan lo público como el común de los mortales, o sea el público propiamente dicho, tratamos lo privado. Afirman que hacen lo que nosotros harí­amos en casa Y el caso es que, como en tantas cosas que carga el diablo, tienen razón, pero por lo contrario de lo que piensan.

Los del común, de tanto verlo, hemos aprendido a gastarnos lo privado como si fuese público. En lógica y complementaria correspondencia nuestros gestores se gastan lo público como si fuese privado. ¿Hay que ahorrar? Pues se ahorra. Quitamos los collares, pendientes, zapatos y perfumes, dice él. Te das de baja en la sociedad, dejas de fumar y te olvidas de las copitas, dice ella. ¿Y si nos quitamos l@s chuches, los libros, la ortodoncia y las clases de inglés de los niños? Dicen los dos. Y se ponen de acuerdo.

Y así­ nos va. Nuestros “padres y madres”, aunque discutan, se ponen de acuerdo en lo principal: nuestros recortes garantizan sus gastos. Y es que en cuestión de ahorros sus vicios son virtudes y nuestras necesidades, estén donde estén en la pirámide de Maxwell, no son virtudes ni tan siquiera necesidades. Son tan solo vicios y caprichos a erradicar. Educación, sanidad, bienestar”¦ ¡que caprichos! Seguridad, sobre todo seguridad.

Y nosotros, como hijos obedientes a estudiar, hacer los deberes y apretar el cinto. Y ellos ya se sabe: el uno a la sociedad y la otra de compras o al bingo. O al revés, lo mismo da, que en cuestión de recortes y de gastos el único género que hay es el género humano ese de que habla la internacional.

Al final los “gurasoak” desencontrados se encuentran en el cajero. Y ahí­ coinciden de nuevo lo público y lo privado. Nos hemos acostumbrado a ir a la pared, sacar dinero y tirar el resguardo sin preocuparnos de leer el saldo, y luego pasa lo que pasa, que mientras nosotros gastamos (los públicos y los privados), la banca, la caja o los mercados no dejan de apuntar, y al final todos pillados y el diablo de las metáforas muerto de risa.

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