A vueltas con el aforo

La prensa local anda revolucionada estos dí­as a cuenta de un expediente. El expediente ramadán, vamos a decir. Para entendernos se trata de que hace unos dí­as terminó el ramadán. Ocurrió esto en todo el orbe, y aún siendo ritos del infiel, y Vitoria – Gasteiz ciudad de curas y militares (y alguna monjita también), también aquí­ buscaron los devotos de Alá y seguidores de su profeta espacio adecuado para reunirse y celebrar el fin del ayuno.

Como parece que lo de hacer mezquitas no es fácil en esta ciudad, y que las almas condenadas del islam no tienen espacio en la redensificación de la ciudad de las catedrales, buscaron un cabeza de turco que ahora está ejerciendo como tal y solicitaron permiso para hacer su reunión en un centro cí­vico de propiedad municipal. El caso es que como musulmanes son muchos, muchos menos que los católicos pero según se ve bastante más practicantes, pues como dirí­an los chavales de ahora refiriéndose a alguna discoteca… el centro aldabe lo petaron. Lo petaron tanto que según parece superaron el aforo, y eso claro, una ciudad respetablemente apostólica es algo que no puede tolerar. Como bien dice su recién estrenado alcalde… «Las normas están para cumplirlas. Y son para todos, para los de aquí­ y para los de fuera». Y yo estoy de acuerdo, ¡como no!

Es más… he pensado que esto del aforo es un tema efectivamente importante, más aún cuando de almas, como es el caso, se trata.

Por eso, y como quiera que he recordado la sensación de agobio que he vivido en algunos funerales, muy cristianos, eso sí­, y como tengo la impresión de que el organizador, o sea dios… sabe quien, no los monta con intención de reclutar más integrantes del coro celestial, sino con la de honrar al difunto, he pensado que me gustarí­a que el alcalde completase esta su cí­vica y desconfesionalizada iniciativa para mayor seguridad de los que pacemos en este reino de los vivos.

Que se midan los templos existentes en el municipio, sean de la confesión que sean, y se coloque, como en las discotecas, un cartel en sitio visible que informe del aforo del local. Que cuando la iportancia del fallecido o lo interesante del evento, lo mismo da un rosario de la aurora, que la boda de un principal, que el funeral de un notable, agentes debidamente uniformados se coloquen en los accesos y controlen el numero de fieles que acceden al templo, para en su caso, incoar los oportunos expedientes. Eso sí­. Que por favor al calcular el aforo lo hagan como corresponde, teniendo en cuenta que, en el altar y sus aledaños, mida lo que mida, siempre hay sitio de sobra y sólo para los curas; que si sentados se ocupa alrededor de un metro cuadrado, de rodillas viene a ser lo mismo  o incluso más; que en el coro solo deben estar los que cantan, y que el dueño de la casa, según dicen, sólo tiene reservado el espacio más chiquitito del complejo, el sagrario, aunque si hacemos caso a lo que dicen los que ofician, el aforo siempre está completo, porque bien es sabido que dios está en todas partes, sobre todo el nuestro.

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