Variantes del sí­ndrome postvacacional

En estos tiempos que corren el denominado sindrome postvacacional adopta nuevas variantes. Y lo digo por la parte que me toca. A mi y a muchos.

Empezaré diciendo que no soy muy proclive a tomarme en serio la “sindromización” de la vida moderna. En el fondo no deja de ser una forma de esquivar el buen consejo de llamar a las cosas por su nombre e inventar nombres para cuestiones que son sencillas de explicar pero difí­ciles de asumir. El sí­ndrome post vacacional no afecta a quien está a gusto con su trabajo. No pasa de ser una reacción natural de quien ve que, pasado de forma repentina el mes de libertad, no le queda más remedio que sumergirse de nuevo en su condena bí­blica, en aquella que de forma perpetua le obliga a ganarse el pan con el sudor de su frente y a menudo haciendo algo para lo que no le habí­a llamado dios…. sabe quien.

Y el caso es que tal como van las cosas el sí­ndrome post vacacional tiene una variante cada vez más extendida que si que lleva a una cierta desazón personal: la que sufren, la que sufrimos, los que no tenemos condena que cumplir cuando acaban las vacaciones. Ni volvemos gustosos a un trabajo que nos gusta y no tenemos, ni tenemos por qué agobiarnos con volver a un trabajo que ni nos gusta ni tenemos.

Visto así­ serí­a algo parecido al paraiso, pero no. Como resulta fácil de suponer esa lúdica y ociosa perspectiva tiene un problema: el dinero. Si no vendemos nuestro tiempo no podemos disfrutar del que nos queda, y eso que nos queda mucho. Hablando claro, si algo tenemos eso es tiempo.

Mientras el resto del mundo, los que trabajan, están de vacaciones acumulando satisfactorias experiencias (a veces no tanto), nosotros nos camuflamos junto a ellos. Ni unos ni otros hacemos nada. Y todos estamos preocupados… ellos porque con septiembre llegará el momento de volver a la rutina de su trabajo y nosotros porque en septiembre volveremos a la rutina de buscarlo.

Y eso que uno es positivo, y trata de no preocuparse, y confí­a en que a no mucho tardar encuentre algo, y si no lo encuentra lo fabrique, y si no consigue fabricarlo algo habrá para quien no tiene miedo de quitarse los anillos. Pero como uno tiene tiempo se dedica a leer la prensa, y escucha la radio, y a veces hasta ve la televisión, y navega y navega, y tuitea, y feisbuquea, y la verdad es que ánimos, lo que se dicen ánimos no consigue sumar muchos.

Mañana se acaban las vacaciones para unos y se nos cae el disfraz a otros.

Perdidos en medio de la nada intentaremos cuando menos mejorarnos, y como buenos estudiantes seguiremos trabajando y buscando aprender y mejorar mientras esperamos que “los mercados” se dignen decidir que ya ha cambiado el ciclo y podamos de nuevo practicar lo que hemos aprendido y mejorado.

Agosto ha muerto… ¡Viva septiembre!

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