Ni izquierdas ni derechas

Al final van a tener razón los que dicen y afirman que ya no existen ideologí­as, que la clásica distinción entre izquierdas y derechas no tiene ya sentido. Pero me da la impresión de que la van a tener por algo muy lejano a lo que muchos de ellos piensan.

Estos dí­as, mientras la tropa descansa, algunos intentan hacer el agosto. Aquellos a los que tradicionalmente defendí­an las derechas, el capital, difuso y confundido, escondido tras eso que llamamos los mercados, intenta hacer el agosto mientras el proletariado está preocupado por las medusas y ls nubes. Las de verdad. Las que tapan el sol. Ni siquiera por esas más virtuales donde duermen las fotos de sus sobrinos.

El alejamiento de la polí­tica, tan comentado cuando a las izquierdas se refiere, se extiende también a las derechas. Es un alejamiénto centrí­fugo en cuanto a la polí­tica se refiere. Los que apuestan por el cambio miran al sistema con desencanto. Las izquierdas están hoy desmovilizadas o de acampada. Lo mismo da a efectos reales. Los “mercados”, llamémosles así­ para entendernos, también están alejados de la polí­tica, ya no les hacen falta los estados ni sus maquinarias.

La economí­a real es hoy más virtual que las redes en las que nos movemos los mortales. Es un juego en el que lo mismo da quien caiga o quien no se levante. Lo mismo da que todo sea cierto o falso. Se apuesta por un estado como quien invade a su vecino en Empire & Allies. Se amplian granjas como quien juega en Farmville. Pero los cerditos que piden leche no son virtuales, ni lo son los habitantes de los palafitos y las casas. Somos gente real. Africanos, europeos o rumanos, lo mismo da. Y nos tratan como si fuésemos juguetes en sus manos.

Por eso digo que para ellos no hay izquierdas ni derechas. Lo mismo da Cameron que Obama, Zapatero que Sarkozy, Berlusconi que Merkel. Nadie pinta nada en su mundo real. Y lo que es peor, nadie en nuestro mundo real parece capaz de pararlos. Y puede que sea porque todaví­a no hemos hecho lo fundamental… identificarlos. Son para todo nuestro entramado institucional como los guerrilleros fueron para Napoleón en su periplo peninsular. Como la quinta columna lo fue. Como lo son los enemigos invisibles contra los que no se puede luchar, si acaso matar a boleo, como Osama y los suyos.

Uno acaba por no entender nada, y piensa en que hasta el dicho ese de que las cosas no son tan sencillas como parecen es una trampa del enemigo invisible. Uno acaba por entender que las cosas son todo lo contrario. Incluso uno tiende a pensar que lo de menos es lo complicado que se quiera hacer el problema, que lo sencillo es pararse y recuperar los principios. ¿Qué es la soberaní­a y quien la tiene?

Izquierdas, derechas y hasta centros debieran ponerse de acuerdo en un mí­nimo indispensable. La democracia institucional tal como la conocemos no puede depender de un enemigo invisible. Nuestras decisiones y nuestra soberaní­a no pueden estar en manos de los mercados desafectos. Es casi como un pacto de sociedad lo que hoy se hace necesario más allá que un pacto de estado. Porque las izquierdas deberí­an tener algo claro… si el capital rompe el pacto y abandona al estado y lo que representa, la respuesta solo puede ser una… romperlo también y recuperar las viejas pero a la vista de los hechos necesarias ideas revolucionarias.

Si queremos mantener algo parecido a lo que hemos construido hay que defenderlo. Si hace años el enenmigo eran los movimientos revolucionarios, hoy son los mercados… y ahí­ no vale estar divididos… como dirí­an los de las acampadas… si los estados se duermen de sueño, pero sin ser capaces de mantener vivos sus sueños, nosotros despertaremos para cumplirlos.

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