Los placeres de la vida

Kyle el limpio

Ficha: Kyle Eastwood, contrabajo; Graeme Flowers, trompeta; Graeme Blevins, saxo; Andrew McCormack, piano; Marty Kaine, baterí­a.

Vino Eastwood, para muchos enchufado por ser hijo de quien es, y se fue Kyle, por tocar como toca y ser quien es. Vamos, que el que vino a la sombra de Harry el sucio se fue con las luces de Kyle el limpio. Yo al argumento del enchufe le doy la vuelta, y más después de ver y oir lo que vi el miércoles en Mendizorroza. Para mi, gente como los dos que tuvimos ocasión de ver esa velada Jazzí­stica, tocan por que quieren y eso se nota. Del violinista en el tejado ya hablaremos. Vamos con Kyle. Un chavalote que podí­a haber vivido su vida tranquilamente con la única profesión de ser hijo de papa va y se mete a compositor de bandas sonoras. Un compositor que podí­a vivir tranquilamente de sus derechos va y se mete a músico de jazz. Un músico de jazz que podí­a limitarse a cumplir la papeleta o ir de lider – estrella, se esconde tras bajo y lo mima con humildad y con trabajo.

Algunos dicen que fue soso. Yo creo que fue sensible, delicado. Lo esencial se hací­a liviano en sus manos. El volumen de sonido ajustado. No se podí­an dar palmas ni patear las sillas, pero insisto en que esto no es el ARF ni vitoria es Benicassim, por lo menos estos dí­as de julio.

Para mi fue una sorpresa, y una sorpresa agradable en su conjunto, en el conjunto de un conjunto bien engrasado, que hací­a un jazz blanco y emotivo. Tan sólo una mención a letter from iwogima, que por cierto sucedió a otra pieza para mi redonda, se acercó al mundo del cine con letras, porque las imágenes evocadas a golpe de sonido estuvieron presentes todo el concierto para quien quisiera verlas.

Kyle fue extremadamente cariñoso con su bajo eléctrico. Suave hasta cuando picó notas, y el tema que interpretó con el arco en la mano me hizo anotar por ahí­ que la música es también, o sobre todo, saber tocar con el silencio. Me temí­ lo peor cuando anunció Andalucí­a, ero ni por esas. Demostró a muchos otros que han pasado por estas tablas de Mendi que se puede absorver espiritus y esencias sin ser chabacano ni folclórico, que lo andalusí­ no siempre tiene que llevar faralaes, y para terminar nos regaló una buena versión de Big noise, todo un ejercicio para demostrar que un bajo y una baterí­a, adornados con un silbido elegante, pueden ser suficientes si de marcar el ritmo se trata. Para cuando fui a comprar el disco se habí­a agotado. Menos mal que nos queda grooveshark.

El supporter que tocaba el violí­n

Ficha: Nigel Kennedy, violí­n; tomasz Grzegorski, saxo tenor; Piotr Wylezol, piano; Adam Szabas Kowalewski, Bajo; Krzysztof Dziedzic, baterí­a, Robert Majewski, fiscornio.

Este es otro que queda claro que toca por que le da la gana. Cuando lees la previa te dicen que hace jazz por desarrollar otras facetas de su genio músical, pero a mi me da que realmente a lo que da rienda suelta es al hombre divertido y con ganas de divertirse que lleva dentro, y eso como en el caso anterior se nota. Este también podrí­a vivir a gusto con un par de bolos sinfónicos, o incluso tocando en pubs mientras se deja en cerveza los ingresos de su superventas estacional (su disco con su versión de las cuatro estaciones de vivaldi es record histórico de ventas en clásica). Pero no. se enfunda su camiseta del aston villa, y se sube al escenario a actuar como aguador de su equipo. Bueno, cerveceador más que aguador. Puede que a alguno esto le escandalice, pero seguro que cualquiera de los presentes se trasiega un par de katxis de cerveza sin despeinarse y hasta se enfadarí­a si le dicen que está bebido.

Pero hablando de música, que es a lo que vinimos, si bien es cierto que algunos temas resultaban untanto empastados  a fuerza de floridos y exhuberantes, otros lo fueron delicados y en todo momento resultaron simpáticos. Para el recuerdo la sonoridad del Guarneri, sin electrónica, con un micro aereo que lo sobrevolaba y ese sonido que va para los 300 años, y unapreciosa melodí­a Fallen Forest, creo recordar que se titulaba. El “payaso” se convierte enuna especie de Hamelin cuando cierra los ojos sobre las cuerdas, y con un violí­n en las manos lo mismo hasta conseguirí­a que le dejasen entrar en una discoteca de Benidorm a pesar de sus pintas.

No faltaron sus Czardas ni dejó de volar el jazz. A mi me gustó. Fue una noche de músicos de vocación que consiguen demostrar que el oficio no tiene porque ser aburrido, y que cundo las cosas se hacen por algo más que la pasta el resultado es el que es. Para mi una noche completita y muy aprovechada.

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