Los tonos del blanco

Recuerdo hace años, cuando estudiaba a cambio de calificaciones, que alguien nos explicó que los esquimales, donde nosotros vemos blanco, veí­an un gran número de tonos y hasta de lo que nosotros llamarí­amos colores. Siempre me llamó la atención el caso de como el entorno aguza o adormece la percepción del matiz, de la diferencia. Y ese pasar del son todos iguales al son como el blanco y el negro que uno aprecia estos dí­as de indignados, pactos y proclamas tiene en cierto modo mucho que ver con ello.

En el panorama del estado, a fuerza de no tener más que ver, o no querer ver más que al PP y al PSOE, la percepción es extrema. Blanco o negro. En sitios como el paí­s dónde vivo, esos dos son tonos de gris, y entre el blanco y el negro hay muchos más y a menudo se mezclan y se confunden y hacen que el ojo se acostumbre a muchos tonos y a muchos cambios sin perder del todo la noción del color.

Por eso llama la atención desde estos lares que cuando surge un tono, un matiz en ese mundo de contraste, los dos colores quieren anularlo y tintarlo con su blanco o con su negro. ¡Estás conmigo o contra mí­! No se asume la respuesta de que ni contigo ni contra tí­, simplemente estoy aquí­.

Pero el caso es que este juego de blancos y negros intercambiables, que como digo visto desde aquí­ no pasa a ser un juego de matices del mismo blanco, parece que en ocasiones ciega a la gente.

Ciega a los que acusan sin rubor a IU de Extremadura de apoyar al PP cuando no lo apoyan, y de presentar, una vez más al PSOE como el paladí­n de la izquierda. Ciega porque les impide ver que en lo que a las polí­ticas generales se refiere, a las económicas y a tantas otras, la diferencia entre PSOE y PP serí­a compleja de percibir hasta para un esquimal. Si el uno es malo el otro es peor. Ciega porque ignora que en esta perversión de criminalizar posturas si por algo no se caracteriza el PSOE en su polí­tica de alianzas es precisamente por ser coherente con lo que predica para sus feudos. Sirvan algunos ejemplos. En la Comunidad Autónoma Vasca gobierna con el apoyo del PP y contra todos. En la Comunidad Foral de Navarra ha pactado su apoyo con UPN, la derecha más recalcitrante del estado, para impedir un cambio de gobierno, con la excusa de Bildu. Ya hizo lo mismo hace cuatro años y Bildu no estaba, sino Nafarroa Bai, cosa bien distinta. En ílava, como en Extremadura, todo el mundo mira con recelo a EB y les señalan con el dedo acusador de poder ser los artí­fices de que el PP gobierne en álava en vez del PNV. No entraré ahora si el PNV es derecha o no, sino en que pocos dicen, ven o quieren ver que si eso ocurre, que gobierne el PP, no será por la abstención o por el voto de EB, lo será por que el PSOE, bueno el PSE, va  a dar sus votos al PP. Así­ como suena y así­ como lo oyen, y eso no lo discute nadie. Y de ayuntamientos y otros lugares no hablo por no aburrir.

Pero es que se ciegan también los propios y hasta los indignados. ¿Cómo puede ignorarse de forma tan despreciativa la voluntad de quienes defienden su autonomí­a sobre una decisión que corresponde a su ámbito territorial y que seguramente nadie mejor que ellos sabe en que se sustenta? ¿Es que no van a salir los indignados a indignarse porque a todo el mundo le parezca lo lógico y lo razonable pisotear la horizontalidad, la capacidad de autogestión, la autonomí­a de decisión y en el fondo la naturaleza democrática de las organizaciones sin centralismos antidemocráticos? No, sale el coordinador general, convertido más en general que en cordinador y viene a decir… bueno, chavales, ahora que ya habeis votado y habeis demostrado que sois capaces de llevarnos la contraria a nosotros y a la prensa de Madrid, no os castigamos, os la envainais y haceis lo que teneis que hacer… votar al PSOE.

Claro, luego se queja de que los indignados lo vean tan blanco como al resto de los lí­deres. Por cierto, esos indignados que cegados también por la luz siguen ignorando que, lo que ellos piden a las puertas del parlamento, hay un lobo solitario (no por vocación personal sino por ceguera social) que acostumbra una y otra vez a quedarse solo defendiendo lo mismo. Me refiero, claro está, a un tal Llamazares.

En fin, que es normal que acabe uno sitiendo frí­o o sintiéndose frí­o, no lo sé. En el fondo lo que entra a los parlamentos es una foto de nosotros más real de lo que pensamos. Por mucho que cambiemos la ley electoral lo único que haremos es modificar la magnitud de la minorí­a, que no es poco, pero hasta que no aprendamos a separar lo blanco de lo negro, y a hacerlo no con un trazo puro sino con un plano difuminado, y a dibujar con los colores que tenemos, y hacerlo en el lienzo de lo cierto, no en el aura de lo soñado, mal porvenir llevamos. Ellos ponen el marco y lo rellenan mientras nosotros bocetamos.

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