El culebrón alavés

El culebrón alavés, el que afecta al glorioso, empieza a parecerse a las malas pelí­culas de terror, en las que el muerto o el fantasma se levanta una y otra vez haciendo que el final de la pelí­cula termine por ser una sucesión de sustos sin sentido cada uno de los cuales aspira a ser el mortal y definitivo.

Ayer asistimos a otro final. Y como no podí­a ser menos en esta ciudad, cada vez que llega lo que podrí­a ser el final nosotros mismos nos empeñamos en reventarlo y dinamitarlo. Nunca he tenido muy claro para que queremos enemigos si con nosotros mismos nos bastamos.

Por centrar el asunto diremos que el aún concejal y presumiblemente alcalde de Vitoria – Gasteiz salió a la palestra en forma de sala de prensa para anunciar que, si la zozobra y desazón en la que viven o vivimos muchos de los que sentimos el alavés como un trozito más de nuestra vida, se solucionaba poniendo un aval que cubra el riesgo de 800.000 €, él, como “alcalde in pectore” se comprometí­a a comprometer al ayuntamiento en ese empeño y terminar de una vez por todas con el culebrón.

El respiro duró apenas un instante porque enseguida hemos empezado a pegarnos sin ton ni son.

Para unos el alcalde que aún no lo es es un dictador. Bien es cierto que se ha echado de menos una respuesta más consensuada y contundente del ayuntamiento como institución, pero para eso han estado cuatro años todos juntos y en fraterna unión sin hacer nada.

Para otros en momentos de crisis no puede gastarse dinero público en el futbol. De nada sirve que uno hable de avales, de nada que el destinatario sea alguien de “reconocida solvencia”, el rey midas del deporte inmobiliario alavés que convierte en oro todo lo que toca.

El caso es que por dejar clara mi posición en el asunto voy a dedicar unas lí­neas, tampoco tantas, a comentarlo.

Mi posición, básicamente se articula en torno a tres ejes.

De lo público y lo “deportivo”

Diré que no veo con buenos ojos que se difuminen las fronteras de lo público y lo privado. Ni en las SAD ni en las SA ni en na’. Eso no significa que no crea que el dinero público debe funcionar, sino que cuando lo hace debe fucnionar bien. Por decirlo claro creo más en la nacionalización que en la subvención. No me gustan las polí­ticas públicas que se dedican a enjuagar pérdidas sin participar en beneficios ni tener control de la gestión. En el caso de clubes deportivos que a su caracter de empresa suman un alto componente de ligazón emocional con el territorio en el que se asientan, no veo mal que las instituciones intervengan, pero como accionistas, y que además de asegurar su viabilidad impongan modelos de gestión más sostenibles en lo económico y con mayor proyeccion en lo social (gestion de canteras, deporte escolar, deporte adapatado, etc. etc.). Dar dinero sin más tampoco me parece lo mejor.

De lo público y lo “ecuánime”

Esa gestión de lo público a la que acabo de hacer referencia debe en todo caso ser ecuánime. Es decir, igual para todos. No es de recibo que haya, más allá de lo deportivo, clubes o deportes de primera o de segunda. Menos aún cuando con los números en la mano, movilizan a sectores de la población casi por igual. Cosas que pasan en nuestro entorno te invitan a pensar que todos no somos iguales aunque sumados seamos parecidos. Parece a menudo que lo que vale para unos no vale para otros y que lo que unos merecen los otros deben padecerlo.

Del culebrón en si mismo

El culebrón del alavés a fecha de hoy sólo tiene una expectativa urgente y necesaria: que se acabe de una vez. Que el glorioso siga su camino y que todos hayamos aprendido un poco más de quien es quien. Es feo criticar ahora a las instituciones porque van a avalar 800.000 euros a un club, mientras no se ha dicho nada, por ejemplo, de los 20 millones que nos vamos a gastar todos los alaveses a mayor gloria de una final que veremos cuatro dí­as cuando la veamos. Más de medio kilo de las antiguas pesetas nos va a costar cada sillita de más, traslado de txapela incluida. Es un poco ruin que las instituciones digan que no quieren intervenir en una ruina de la que en parte son responsables por su pasividad cuando era notorio, evidente y archisabido que cierto señor estaba saqueando el club. En el saqueo participaron los que robaron y también los que vigilaban como el ladrón se llevaba su botí­n sin hacer nada. Volviendo a la ecuanimidad, la diferencia de trato con el resto de contribuyentes resulta igualmente evidente. Que el asunto se haya dilatado, y que se haya negado a unos el pan y la sal mientras que ha sido notorio el empeño porque otros se lo lleven crudo forma parte del culebrón que esperemos que ahora se acabe.

A mi me queda un regusto amargo. No sé si soy alavés o danés, y lo digo por terminar coincidiendo con Shakespeare y decir aquello de que algo huele a podrido en dinamarca. Cuanto antes lo enterremos antes creceran las flores.

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