Las embarcadas

Hay un tema sobre el que no he leido nada y sin embargo me suele sugerir reflexiones, aunque sean en borrador. Y no es otro que el de las embarcadas 2.0. Me parecen una herramienta que tiene sus peligros.

Entiendo por embarcadas 2.0 aquellas situaciones en las que uno so ofrece al público “me gusta”, y comienza a ser gustado generalmente por los suyos, pero a menudo no por todos.

Si que he leido cuestiones más generales sobre la vocación plural que deben tener especialmente los usos polí­ticos de las redes sociales. Y lo comparto. Aquí­ no se trata de hablar para los fieles sino de salir del templo. Para las interioridades están, como su propio nombre indica, las intranets, ya sean al modo tradicional ya al más integrado en las nuevas herramientas de comunicación que permiten grupos cerrados.

Las redes abiertas son precisamente eso, abiertas. Ni todos con los que se habla son fieles, ni a todos puede pretenderse convencer. Es más, es posible que intentarlo sea un error. Pero por lo mismo es conveniente evitar papistas, entendidos estos como aquellos que te defienden incluso cuando tú no tienes impresión de ser atacado y también como aquellos que agitan sus palmas enfervorizados digas lo que digas y rí­en a carcajadas tus chistes aunque sean malos.

Pero claro, la pasión tiene un precio. Y el precio se paga cuando uno empieza a recibir adhesiones, especialmente me refiero a las más cualificadas, y el observador echa cuentas y ve que faltan algunas. ¿Qué ocurre? ¿Son disidentes? ¿Están dormidos? ¿Están descoordinados? ¿Estas cosas no se preparan? ¿no se toca a rebato?

Pues da la impresión que no. Una cosa es pasar lista en una presentación, un mití­n o una cena, y otra que todos estén a lo que tienen que estar (si es que tienen que estarlo).

Yo seguiré pensando en ello, y si tengo la ocasión y la noticia leeré algo de lo que haya escrito o se escriba sobre ello. De momento tengo claro que, en lo espontáneo, uno se arriesga según su criterio, pero en lo que se hace con criterio es importante tener cuidado con las puertas. No se deben abrir si no sabes lo que hay dentro, ni abrí­rselas a nadie que no sabes quien es sin mirar antes si has quitado el polvo. Y sobre todo que a los que no son amigos ni enemigos, sino “compañeros de partido”, a veces hay que decirles como el torero a sus subalternos… “Dejadme solo”.

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