De pasos, pausos y pintxos. Cartas desde Vitoria

Por un azar de la vida ha llegado a mis manos esta carta, que no me resisto a compartir con vosotros:

Ya os comenté, amigos marcianos, que el sitio donde me habí­a tocado abducir a un terrí­cola era un tanto extraño. Pero lo que ha sucedido desde la última carta que os enví­e supera mis previsiones.

No hace muchos dí­as se puso como loca la ciudad entera. Vestí­an todos con un a modo de cubre todo de papel pintado con colores alegres y unas letras que no llegué a entender. Iban cantando algo de pausoz pauso, que según me dijo un amable ciudadano significaba paso a paso en la lengua propia del lugar a la que llaman euskera. Todaví­a no la he aprendido aunque ya me he puesto a ello con tesón y paciencia. Se ve que el vitoriano que abduje yo resultó ser un poco ignorante de lo suyo. El caso es que iban todos corriendo detrás de uno que llevaba un palito con una tela de colores que me han dicho también que se llama bandera, ikurriña que dicen aquí­. El palito debí­a pesar mucho porque cada poco se lo pasaban de unos a otros. Cosas de vascos me explicó uno con cara de pocos amigos. Pero vistos los que iban en la carrera me pareció que era cosa alegre. Me gustaron las “cosas de vascos” y hasta me parecieron muy propias, como si fueran mí­as.

Estaba todaví­a pensando en ello cuando empecé a ver a la gente cargando coches, paseando maletas, y cerrando casas. Al principio pensé que el prehistórico reactor nuclear ese que os dije que tenemos cerca habí­a estallado como era previsible y habí­a que darse a la fuga, pero pronto me informaron de que no, de que llegaba la semana santa. ¿Y que es eso? Pregunté. Y me dijeron que hací­an procesiones y paseaban pasos. Y me dije, mira tú estos vascos, siempre paso a paso. Pero ya me explicaron que no, que lo de los pasos estos no habí­a que confundirlo con los pausos aquellos, que de los primeros los más famosos son otros, siempre y cuando no llueva, claro.

Como no entendí­ muy bien lo de los pasos, pero me quedó claro que el que más o el que menos los encaminó lejos, me dije que serí­a un buen momento para disfrutar a solas la ciudad. ¡Pues mira tú que no! Llegado que eras al centro veí­as más paseantes que pasos. El palito aquel ahora era mapa, y por lo que he visto la procesión es de bar en bar, la penitencia conseguir pedir y pagar y los pasos tienen unos nombres imposibles, un aspecto efectivamente escultural y un sabor tan exquisito como difí­cil de definir. Les llaman pintxos, y les dedican una semana.

Seguiré escribiendo.

Cosme Damián de Tharsis

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