Globalización civil

Desde que ví­ las imágenes a las que me voy a referir llevo dándole vueltas a como expresar la sensación que me causaron, y finalmente he optado por acercarme a la épica lorquiana de gitanos y guardias civiles. Me refiero a las imágenes que practicamente coincidieron en el tiempo de la captura de “el lute de cadiz” y del hallazgo de unos explosivos de ETA.

Empecemos por el análisis puramente formal. En ambos casos la Guardia Civil aparece en la imagen junto a sus capturas en un entorno campestre, incluso boscoso dirí­a yo, en el que, valga la coincidencia, el tono dominante es verde. En ambos casos las capturas se muestran “in situ”. En ambos casos el delincuente aparece humillado y descuidado de aspecto, y los guardias arrogantes y cuidadosa y militarmente pertrechados. Las imágenes no tienen excesiva calidad. Son más propias de un video aficionado que de un reportero profesional. La propia definición de la imagen y su color parecen proceder más de una cámara “casera” que de una Broadcast. Están grabadas cámara en mano y sin excesivo cuidado por encuadres y demás, que se orientan más que nada a la captura de las capturas.

En cuanto al terreno de las impresiones, cuando uno las ve por primera vez piensa que está viendo la detención de un cultivador de coca en colombia, de un guerrillero tamil, o de un suversivo vietnamita que pensar en las puntas de la pení­nsula, en las tierras vascas o andaluzas. Hasta la imagen de los bidones en el monte podrí­an pasar como el alijo de productos para elaborar cocaina tanto como por contenedores de sustancias explosivas. Impresiona también la exhibición de fuerza y poderí­o. El abrumador contraste entre los agentes con sus chalecos, sus cascos, sus caras cuiertas, sus armas y sus demás aparejos y el delincuente postrado o con cara de acojonado. Eso cuando se le ve la cara. Cuando se le pixela el efecto es aún más revelador.

En cuanto al terreno de las reflexiones, todas estas coincidencias en lo visual e incluso en lo que se refiere a las impresiones que su visión produce, me lleva a pensar en las facetas más perversas de la globalización, de la pérdida de las señas de identidad. Si analizo especialmente las primeras me prgunto… ¿Que fue de aquellas capas, tricornios y mosquetes? De aquellos bigotes que poblaban las caras de lso que rodeaban al preso. El preso sigue siendo casi igual. Humillado y derrotado. Han cambiado los agentes. son más europeos, más americanos incluso. Pero a la vez son más dificiles de distinguir de los soldados que arrasan guerrilas reales y presuntas allá por los confines del tercer mundo. Y no me refiero a lo que hagan, sino a lo que parecen o a como aparecen simplemente.

En una época en la que tanto se cuida la imagen, en la que tanto profesional de la misma hay, que esto se haga así­ no puede ser un error, tiene que ser un cálculo, y si no lo es puede incluso que sea peor, que nadie se de cuenta que con alejarlas un poco del contexto uno no sabe quien es el bueno y quien el malo. Quien el reprimido y quien el represor, quien el justiciero, quien el revolucionario, quien el justamente alzado, quien el injustamente perseguido. Sólo queda una cosa clara. Aquí­, en Colombia, en Perú, en Taiwan, en China, en Chechenia, en Moscú o en Washington unos tienen poder y otros no, y los que lo tienen lo hacen valer con ostentación.

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