Los de la acera… a la carretera.

Hace años, recuerdo que en las manis, cuando el número de manifestantes superaba al de espectadores siendo el de estos suficientemente grandes, se gritaba con un punto desafiante aquello de… “los de la acera” “a la carretera”. Eran otros tiempos. Sin entrar en profundidades más profundas acerca del derecho y costumbre de manifestación, de la capacidad y gusto por publicar la indignación a gritos, del orgullo de ser un manifestante más y hasta del morbillo de acabar con un sprint o unas clases aceleradas de buen encajador, lo cierto es que hoy el grito serí­a complicado. En muchos casos ya no hay ni aceras ni carreteras, y donde las hay uno no tiene muy claro cual es cual y para quien son.

En aquellos tiempos las aceras eran unas cosas elevadas y no demasiado anchas que limitaban a un lado con casas y al otro con coches, aparcados o sin aparcar, circulando posiblemente en busca de un sitio en el que aparcar. Por ellas se circulaba con orden, siempre por el lado derecho y a ser posible sin empujar.

Luego vinieron otros tiempos, y se puso de moda lo de peatonalizar, y entonces desaparecieron las aceras. Ya no eran aquellos refugios elevados, sino que todo estaba al ras. El resultado fue caótico. Bueno, por ser sinceros, lo fue y lo es. Ahora no tienes sitio por donde andar seguro. Tienes que caminar esquivando motos, coches de residentes y furgonetas de reparto. Eso y bicis. Por eso me ha hecho gracia cuando dicen que van a legalizar el tránsito en bicicleta por las aceras que tengan un determinado ancho. Y la mayorí­a de los peatones y supongo que de los ciclistas y hasta los agentes locales también se preguntan perplejos que cómo puede ser esto.  Los peatones porque se sienten amenzados en su peatonalidad; los ciclistas porque no sabí­an que estuviera prohibido, y los municipales porque de pronto se han dado cuenta de la cantidad de multas que se han dejado sin cobrar.

Desde el ministerio de turno nos dicen que con esto se trata de arrinconar al coche. Y visto como se conducen algunos ciclistas me temo yo que al peatón también. El peatón, ese estado intermedio del ser humano cuando no tiene una, dos, tres o cuatro ruedas debajo siempre arrinconado, siempre temeroso y siempre atento al cuidado de su carrocerí­a. Eliminados los coches, el único depredador que amenazaba a los ciclistas, estos se convierten en la nueva cima de la cadena trófica del ecosistema vial. Los peatones, como siempre, no dejan de ser más que placton.

Digo yo, eso sí­, que los ciclistas, conscientes como son y quejosos de su anterior papel de depredados aplicarán lo aprendido con sus hermanos menores y se atendrán a ese tipo de cosas como evitar los adelantamientos ajustados, rebasar al peatón con al menos metro y medio de distancia, etc, etc. Los peatones por su parte digo yo que estarán habilitados para circular en paralelo o en pelotón, tener prioridad a la hora de hacer maniobras de aproximación a escaparates, puertas o portales, y ese tipo de prebendas que, en aras de su seguridad obraban hasta ahora en beneficio de los biciclistas. Vamos, eso me digo yo en mi ingenuidad, pero no se que me da que no va a ser así­.

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