El vicio de la lectura. Wharton, Edith

Tí­tulo: El vicio de la lectura
Autor: Wharton, edith
Origen: Paris, 1903.
Edición: José J. de Olañeta Editor, Palma, 2010
ISBN: 978-84-9716-684-3
Adquisición: Lo compré en Elkar en noviembre de 2010
Terminado de leer el 19 de enero de 2011
Mi referencia : 00065-A
Comentario: voy raudo como las centellas con los tí­tulos estos de la colección centella. Esto de usar el trasporte público y dejar que sea otro el que conduce, unido a las esperas que generan en las que se está en un estado cercano a la desesperanza sobre las posibilidades y factualidades del trasporte público, se convierte a veces en un tiempo precioso que aprovechar para descubrir jollitas como ésta.

La autora es, según dice la solapa, que todo no hay que saberlo en la vida del señor, “una de las novelistas” más prestigiosas en lengua inglesa. Con una vida azarosa y tendente a las frecuentes depresiones acabó de alegre casada alejada de su marido, ni separada ni divoricada en los ambientes literarios y bohemios de Parí­s. Su obra más conocida es “La edad de la inocencia”, aunque tiene una extensa producción de géneros diversos muchos de sus tí­tulos con gran difusión de ventas.

El vicio de la lectura es un simpático e irónico alegato sobre la tipologí­a de los lectores. Su mensaje, que podrí­a pasar por eliltista, es sin embargo un sarcástico vistazo al mundo de finales del XIX  y principios del XX en el que la cultura de masas empieza a constituirse como fenómeno industrial más que cultural. El asunto de la cuestión es que la lectura no es de por sí­ una virtud. Leer mucho no es sinónimo de bondad, e incluso hacerlo sin criterio puede hasta resultar nefasto para la literatura. Ella distingue entre lectores mecánicos, lectores natos y lectores mediocres. Los más peligrosos son los primeros, que son los que leen más por devoción social que por convicción cultural. Son lectores que devoran lo que está de moda y que se permiten el lujo de opinar, más que nada lo que los crí­ticos mecánicos dicen. Su peligro radica en que su profusión invita a la de escritores mecánicos, cuyas ventas se aseguran con tal parque de botarates, y al rebufo de todos ellos, crí­ticos, editores y tenderos mecánicos juzgan este mercado más propio como mercado que el de lo que pdrí­amos llamar literatura.

Sirvan como elemento de reflexión sobre la lectura los párrafos siguiente:

“Ningún vicio es más difí­cil de erradicar que el que se considera popularmente una virtud. Entre estos vicios destaca el vicio de la lectura. Se admite de manera general que leer basura es un vicio; pero la lectura per se – el hábito de leer -, nuevo como es, ya está a la altura de virtudes tan acreditadas como el ahorro, la sobriedad, el levantarse temprano y el ejercicio regular.”

” …ser un lector mediocre puede considerarse una desgracia, pero no, ciertamente, una falta. ¿Por qué deberí­amos ser todos lectores? No se espera de todos nosotros que seammos músicos; pero debemos leer; y, así­, los que no pueden leer creativamente leen mecánicamente.”

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